Los policías catalanes, locales y autonómicos, se movilizan para protestar por su abandono en las calles frente a turbas multitudinarias y violentas frente a las que han perdido todo asomo de autoridad. No es este, por lo demás, un problema que se dé exclusivamente en ... Cataluña. Cierto es que la conducta de quienes allí ejercen responsabilidades de gobierno, al optar una y otra vez por disculpar e incluso alentar a los inciviles y por desautorizar a las fuerzas de seguridad, coadyuva al desenfreno, pero este tiene raíces mucho más extendidas y profundas.
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No hace mucho se publicaba una traducción al español de 'La noción de autoridad', penetrante y esclarecedor ensayo escrito en 1942 por el filósofo francés de origen ruso Alexandre Kojève. Con claridad de ideas y expresión aseada y asequible, gentileza que no siempre tienen los filósofos, Kojève esboza una teoría de la autoridad que tiene el valor de ser útil, además de coherente. Para él, existen cuatro tipos puros de autoridad: la del padre, la del amo, la del jefe y la del juez, que se corresponden con las cuatro grandes teorías filosóficas al respecto -la escolástica, la hegeliana, la aristotélica y la platónica- y que tienen en común que mueven a otros a actuar sin necesidad de ejercer fuerza o coacción sobre ellos.
Si para influir en el comportamiento ajeno hay que recurrir a la fuerza, afirma Kojève, lo que se demuestra es la carencia en quien la ejerce de una verdadera autoridad. La esencia del concepto es que el que sigue sus indicaciones podría no hacer lo que se le pide, y aun así se aviene a obedecer.
Dice también Kojève que la autoridad del Padre, ligada a la idea de Dios, se ha desdibujado en la edad contemporánea y que la autoridad de nuestros días tiene más que ver con la del Amo, que es la que se vincula al presente y a la dominación de hecho, la del Jefe, que manda en tanto que atisba y promete un futuro, y la del Juez, que determina las consecuencias del pasado. Es en el conflicto entre esos tres tipos de autoridades puras, con sus variantes y mezclas, donde se dirimen nuestros asuntos. Y en los últimos tiempos parece imponerse cierto tipo de visionarios, que desacreditan cualquier otra autoridad, aunque no acaben de ofrecer una alternativa. Marcan así el paso populistas y gestores del tinglado digital, individuos a menudo inmaduros que parecen creer que todo empezó ayer. También sobre esto advierte Kojève: quien niega la autoridad de lo que le precedió se niega en cierto modo a sí mismo, lo que viene a ser una forma de suicidarse.
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