Ni he estado embarazada ni he tenido la necesidad de abortar. Y digo necesidad porque ni abortar es un derecho ni tampoco existe el derecho a tener un hijo. El mejor capítulo de 'Vivir con nuestros muertos' (Asteroide), de Delphine Horvilleur, es el de Marceline ... Loridan-Ivens y Simone Veil. En el entierro de Simone, Marceline, que era también una «chica de Birkenau», dijo a Horvilleur al ver entrar el ataúd en los Inválidos: «Es mi amiga». Veil no ha sido mi amiga, pero sí mi guía práctica en el asunto del aborto. Giscard, que había llamado a Veil, solía decir a su entorno: «No podemos tolerar que haya autobuses y trenes que vayan al extranjero solo para que las mujeres puedan abortar». Veil trató el asunto como un problema de salud, no de feminismo o derechos de las mujeres, y sacó adelante la ley en 1974. Lo del Tribunal Supremo americano no va a ser 'El cuento de la criada', va a ser el cuento de quién puede pagarse ir a otro Estado o a otro país.

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