De no estar ante un teclado, alguna lágrima emborronaría estas letras escritas, seguramente, con trazos trémulos. Dándoles un carácter menos perfecto. Pero más real.

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Me voy. Hoy entrego placa y pistola (ordenador y tarjeta, queda menos artístico) tras 17 años en mi trabajo. Hago como ... Indiana cuando ha de cruzar un precipicio y es solo su valor el que le encomia a dar el salto de fe. Una vez haya dado el paso verá que hay un puente invisible que le llevará al Grial como recompensa por dar ese único, difícil y abisal… salto al vacío. Estoy abrumado por un vértigo atávico, pero seguro: como dijo Saulo, cuando predico mis debilidades, más fuerte soy.

¿Por qué saltar? Cuando publiqué mi primera novela, recuerdo el ansia que tenía por ganar lectores. Pero… ¿no pedí al público que hiciera por mí la apuesta que yo mismo no hacía? No abandoné todo por amor al arte. Nadé y guardé la ropa. Pero hoy… salto a la tormenta.

Hace días murió un compañero joven, sin avisar. Sin ser avisado. Lewis dijo que el dolor es la forma que tiene Dios de gritar al mundo para despertar. Y quizá hay que mirarse en el espejo y amusgar los ojos para salir del letargo cotidiano y ver si estamos donde estamos llamados a estar.

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Y a los que ahora dejo, os doy las gracias. Y os pido que valoréis lo que tenéis. Algo más fácil de hacer cuando estás a punto de perderlo. Navegáis en un buque que jamás se hundirá si sigue fiel a sus valores. Sobre todo, si entre ellos enarbola en su mástil más alto el de la generosidad. Seguid remando. Soy consciente de que hay sacrificios que no hay trabajo que los merezca… pero sí personas y valores que los merecen.

Ha sido una gran travesía. Os seguiré viendo desde mi tormenta.

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