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Ser periodista deportivo en verano siempre debe ser tarea imposible. Rollo castigo de antiguo maestro: «Fulanito, para mañana una redacción de 500 palabras de por qué no va usted a pintar un culo en la pizarra». ¿Qué escribes si el tema no da de sí? ... Así, durante el verano, la prensa deportiva ha de centrarse en rumores, fichajes imposibles, dimes y diretes.
Este agosto ha habido muchas quejas sobre el fútbol árabe, que paga cantidades exorbitadas por jugadores. Cantidades imbatibles, siquiera por los clubes con más solera de Europa. Pero ¿por qué se queja el mundo del fútbol de algo que precisamente han provocado ellos mismos? Es muy sencillo: los clubes más poderosos son, casi siempre, los que más dinero tienen. Punto. Ya no hay restricciones. Con la 'ley Bosman' y las salvaguardas para eludir el 'fair play' financiero han conseguido mantener ese principio. Más dinero, más títulos. Sin importar que represente el escudo de una ciudad un tío que nunca la había pisado antes. O que no sepa ni una palabra del idioma que allí se hable. Que solo aprende a decir malamente eso de «siempre quise venir aquí, siento estos colores». Me parto.
Así, clubes más sencillos -aunque sin deuda u obligados a invertir en cantera- nunca pudieron competir contra ellos. Pero ahora ha llegado un pez más grande. Los árabes. Que no hacen sino jugar a unas reglas vigentes desde hace tiempo. No podemos quejarnos de lo que escojan con libertad los jugadores. «Pero si aquí podría ganar títulos y este escudo le ha dado todo y…. Ya. Hay dos razones que mueven a un jugador a irse: proyección y dinero. Las mismas que a todo el mundo. Que todos sentimos los colores de Telefónica hasta que Vodafone nos regala la tele. Venga, hombre.
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