Qué pena de meteorito

Hasta que hay un momento en el que uno se reconcilia con el mundo. Como me pasó a mí en Puy du Fou (a pesar de las olas humanas que en ocasiones lo mancillábamos). Hay que conocer la historia para no repetirla. Es lo que debieron de pensar quienes estén detrás de ese parque temático. Tras pasar allí dos días, solo me queda una sensación de profundo agradecimiento a quien tuviera la idea de levantar un Disneyland sobre la Historia.

Hay espectáculos que guardaré en mi retina para siempre. No solo por sus desafíos funambulistas para la imaginación o por su capacidad prestidigitadora sobre lo visual. No solo por el buen gusto acompañado por melodías y efectos que hacen que no quieras dejar de contemplar. Sino por su delicadeza para contar el relato de la historia de Europa. Hay un empeño dramático en los espectáculos que allí se representan en enseñarnos tan solo una cosa: que no repitamos errores del pasado. Que sepamos que el Mal no sabe de bandos pero sí de guerras. Que hay lugar a la reconciliación. Que no perdamos la fe en la Humanidad.

Cuando en mitad de la noche, en un lago con elegante y sugerente iluminación, un mágico violinista emerge del agua para interpretar 'Mariage d'Amour', solo puedes dar gracias al cielo. Y pedirle que, por ahora, no nos mande el meteorito.