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Pues somos ingobernables. La que han liado ustedes en las urnas. Miren que se lo advertí. Que no quieres caldo, toma dos tazas. A ver si ahora tenemos elecciones otra vez en Navidad.
Si es que las cosas siempre pasan por algo. Por ejemplo, por ... tontos.
Ahora, en serio. No me gusta la expresión «hay dos Españas». O «hay muchas Españas». Lo que hay son muchas personas y cada una pensamos distinto. No puede haber bandos irreconciliables. No me gustó, de la noche electoral, que cada escaño ganado fuera más celebrado con cortes de manga hacia la oposición que con aplausos a los propios. Nos han enconado de tal manera que solo vemos las cosas desde una bandera. El enfrentamiento en la arena política deriva a un enfrentamiento social, a la división y al menosprecio. Debería darnos igual (e incluso parecernos enriquecedor) que el de al lado pensara distinto. Que votara distinto.
El país es el que es. Y su economía también. ¿De verdad hay tantas maneras de guiarlo como partidos se presentan? No puede ser. Todos buscan la economía del bienestar, con lo que seguro que hay denominadores comunes. Se oye mucho eso de que «los españoles tienen que escoger». Pues igual ya han escogido. Y quieren que haya de unos y de los otros en el Congreso. Y que busquen soluciones con los que están. Hay que hacer un llamamiento a la responsabilidad. Responsabilidad de Estado.
Pero, claro, con la crispación de la que venimos, cualquiera da el primer paso. «Oye, que aquello que te dije, que no iba en serio: que sí que te quiero, vamos…». Como cuando se pelean mis hijos: «Venga, pedíos perdón y daos un abrazo, que yo lo vea». ¿Lo veremos? Ni idea. Culebrón para el verano.
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