Urgente Un incendio en un bloque de viviendas desata la alarma en Basauri

Me sorprende cómo te hablan de su vida profesional los anglosajones (sobre todo, americanos) e intercalan en su relato con la misma normalidad sus éxitos y fracasos. Qué sano sería considerar el fracaso como inevitable paso hacia el éxito. Como inevitable paso en el camino. ... Quien corre se cae. Y es bueno porque la alternativa sería quedarse quieto.

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Parece que busquemos que el fracaso nos estigmatice. «Uf, a Fulanito le debe de ir fatal…». Bueno. Igual es porque Fulanito está intentando cosas que yo (lo digo en primera persona) no me he atrevido a hacer. Me refiero a que no solo deberíamos normalizar el fracaso, sino que, además, deberíamos no arrogarle un miedo que nos deje ateridos: que nos impida dar pasos importantes. Porque, como escuché una vez a un buen hombre, hay que encontrar el virtuoso equilibrio entre dudar (es necesario hacerlo) y ser valiente.

Dicen en broma que el animal más feliz del mundo es el pez payaso: porque olvida todo cada pocos segundos. Y es curioso que en España se condene socialmente el fracaso… cuando es un país con una capacidad de olvido de campeonato (de según qué cosas, supongo).

Ayer asistí a una charla donde quisieron recordarnos qué definición da la RAE al 'éxito'. Como para poner el maldito término en su sitio. Y reza que es «el resultado feliz de un negocio o actuación». Nada de triunfo, lisonjas o aplausos. Así, recordé lo que afirmaba Churchill de que «el éxito es ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo».

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Todo esto me lleva a pensar que quizá el éxito tiene más que ver con ser feliz en el camino y con no perder el entusiasmo al fracasar. Perder el miedo a dudar. Pero no dudar nunca de ser valiente.

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