La otra noche mi hijo pequeño leía: «Marshall es el lí-der de la 'Pa-tru-lla Ca-ni-na'…». Cada cierto tiempo hay que interrumpirle para validar su comprensión lectora. «¿Sabes lo que significa líder?», pregunté. Mirada al techo. Respuesta: «Es el que manda». « ... Sí», dije. «Pero no», pensé. Líder sería más bien quien los 'mandados' desearían que mandase. Líder es quien, cuando llueve, abre los brazos para tragarse la tormenta, pero cuando hace sol se aparta para no hacer sombra. Líder, como dice Sinek en su libro, es quien come al final.
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Y a veces echamos de menos el liderazgo en quienes mandan. Vemos que, como decía Churchill, a veces las personas no quieren ser útiles, sino importantes. Se preocupan más por mandar que por liderar. Lincoln afirmaba: «Toda persona puede con la adversidad, pero si quieres probarla de verdad… dale el poder».
Y quizá esta ausencia de liderazgo (que también me aplico) sea la explicación parcial a la frecuencia de rotación en los trabajos por parte de los más jóvenes. Y digo que solo lo explica parcialmente porque hay también un defecto cultural: es obligatorio pelear por lo que quieres, pero hay veces en las que hay que dejar de luchar por tener lo que te gusta y hacer que te guste lo que tienes. Ocasiones que requieren, sencillamente, sacrificio. Pero los jóvenes estarán dispuestos a sacrificarse solo por determinada gente. Hay esfuerzos que no hay trabajo que los merezca, pero sí personas que los merecen. Estarán dispuestos a sacrificarse si es lo que ven hacer a sus modelos. Solo entonces verán que el líder… se sacrifica para comer al final.
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