No quiero tener la condescendencia de decir cuál debería ser la actitud de los españoles hacia el dolor. Hacia lo ocurrido en Valencia. Ni lo que se debería haber hecho a nivel institucional. Pero sí quiero denunciar que no me gusta nuestra respuesta ante el ... dolor. O al menos la que ven mis hijos, mayoritariamente por parte de las autoridades. Me entristece que lo ocurrido genere más odio que pena. Más ira que resiliencia. Más enfrentamiento que solidaridad.

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Y yo, ingenuo, reconozco que, cuando en las primeras imágenes aparecieron Sánchez y Mazón juntos, codo con codo, me dije: «Al menos, ante la desgracia se unen…». Seré gilipollas.

Creo que ahora toca llorar y no pelear. Ahora toca sentir orgullo de que haya gente que intenta ahogar en abundancia de bien el mal que a tantos ahogó. Orgullo porque donde hubo oleadas de lodo, ahora hay oleadas de solidaridad. Un pueblo que se levanta y barre al unísono. Un José Andrés que, por muchas estrellas que tenga, piensa con prístina lógica 'si soy cocinero, habré de darles de comer'. Un Rey que calma ánimos ante los golpes de barro. Una riada de voluntarios y miembros de los cuerpos de seguridad ofreciéndose a ir a un sitio donde ya no caben más ayudantes.

Ahora toca llorar y no pelear. Sin perjuicio de que luego se examine qué debería haberse hecho mejor para buscar soluciones y responsabilidades. Pero no culpables a los que odiar. Estas desgracias ocurren… y nos recuerdan nuestra nadería. Nos recuerdan una fragilidad que solo se palía si la disfrazamos de unidad. De generosidad. Porque en los momentos de debilidad es cuando la Humanidad siempre se ha mostrado más fuerte. Amunt Valencia.

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