En Portugal se ha celebrado la Jornada Mundial de la Juventud con unos dos millones de personas que fueron a ver al Papa. Habrán oído que allí una chica, Jimena, llevaba ciega casi tres años y sin solución médica (ya estudiaba en braille) y pidió ... oraciones a su gente durante 9 días (lo que los católicos llaman 'novena'). Llegó el día 9º. Y vio. No conozco directamente a Jimena, pero mi propia hija estuvo con ella y sus amigas minutos antes del 'evento'. Vieron a una niña ciega, que luego no lo era. No sé si fue un milagro, un desbloqueo emocional explicable o qué. Tanto da, eso lo determinarán los médicos. Pero demuestra lo pequeños que somos. O bien no sabemos cómo ocurren algunas cosas en nuestro cuerpo o bien realmente hay algo más que trasciende nuestros sentidos. No lo digo yo, esta duda la han manifestado Einstein, Mendel -el padre de la genética- o Collins, director de Genoma Humano.

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Hay un 'algo' que el mundo busca, eso sí. Búsqueda que a veces invita a la esperanza y otras al desánimo. Esperanza al ver que dos millones de personas peregrinan para 'buscar'. Desánimo porque todos necesitamos referencias y últimamente erramos al elegirlas. Nos hemos equivocado de héroes. En Lisboa un hombre pidió a dos millones de jóvenes que nunca miraran hacia abajo, salvo para agacharse a levantar a alguien. Les pidió que escucharan, que estuvieran abiertos, que imperase siempre su alegría. Y les pidió, sobre todo, que no tuvieran miedo. Que no tuvieran miedo a ver. Aunque lo que vieran les obligase a cambiar de vida. Les obligase a comprometerse. Y esto último lo dijo porque quizá muchos estamos ciegos. O peor, no queremos ver... por miedo al compromiso que conllevaría abrir los ojos.

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