Augusto, sobrino nieto de Julio César, que derrotó a Cleopatra y se erigió en el primer emperador, decretó (año 746 desde la fundación de Roma) que todos en su Imperio se empadronasen. Así, una joven galilea embarazada y un artesano recio y discreto hicieron a ... pie un viaje de 150 kilómetros desde Nazareth hasta Beit léhhem. Una aldea tan pequeña que, cuando toda la estirpe de David fue aquellos días a registrarse allí, quedó atestada: y no hubo sitio en ninguna posada para ellos. Nadie se negaría a acogerles: la hospitalidad era una costumbre arraigada en Oriente. Pero José vio que María llegaba a término. Ella no diría nada. Hablarían a través de miradas. Buscaron un sitio discreto. Se habla de un establo, pero lo que quedó escrito es que cuando vino ese niño al mundo «lo recostaron en un pesebre». Sabemos por Justino que nació en una gruta. En la máxima pobreza. Pero el 'momento cero' de nuestra era no pasó inadvertido. No pudo. Pastores y unos sabios de Oriente montaron un revuelo de tres pares, con procesiones inexplicables para ver a un bebé…

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La historia asegura que alguien llamado Jesús existió y que provocó una revolución mundial. Que hoy perdura. Que luego creamos o no, es igual. Pero lo que no se puede decir es 'creo en Jesús, pero como un héroe modélico; no como Dios'. Como un Ché Guevara. No. Ante eso se nos presenta el famoso trilema de C. S. Lewis: este hombre dijo directamente que era Dios. Así que (1) o estaba loco -nada de heroico- (2) o mintió a todos -nada modélico- (3) o… dijo la verdad. Y si esta tercera opción no es la buena, vaya la que lio el crío, que llevamos 2.000 años celebrando su cumpleaños con luces y regalos por todo el mundo...

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