Urgente Grandes retenciones en Rontegi, La Avanzada y el Txorierri por un accidente entre dos vehículos

Esta semana propongo otro experimento. A cada persona que se acerque, hágalo con la sonrisa puesta. No con ese medio dibujo de labios curvos. Me refiero a sonrisas que llenan la cara. Compruebe que muchas veces contagiará su sonrisa al 'sonreído'. De verdad que nunca ... llegaremos a saber lo que supone ese gesto para quien lo recibe. Igual le alegramos un día de mierda. Igual le hacemos recuperar la esperanza en la raza humana.

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Además, ese gesto tiene eco en nosotros mismos. Porque se activan unas conexiones por las que nuestro cerebro, al vernos sonreír, piensa 'pues no deben de ir tan mal las cosas'. Y generamos serotonina y endorfinas. Pruébelo.

Estoy seguro de que estamos hechos para sonreír. Una sonrisa amplia implica muchos músculos faciales. De hecho, sonreír es de lo que más arrugas (ominosas, indeseables, infaustas arrugas) deja. Y eso me hace pensar, porque todo lo que es bueno de verdad normalmente cuesta un precio. Las dos caras de una misma moneda. De hecho, ya decía Dupin que Dios ha puesto el placer tan cerca del dolor que, muchas veces, se llora de alegría. Así que me parece oportuno que una buena sonrisa conlleve el peaje de dejarnos una muesca vital.

Cuando falleció (hace ya tiempo) a los 33 años el hermano de mi mujer, ella le escribió un bello panegírico. Lo recuerdo casi al detalle. Hacía un resumen de un año lleno de hospitales, de dolor… de cáncer. Y de una tristeza alegre. Todo aquel que lo trató destacó su sempiterna sonrisa, que nos puso más fáciles las cosas. Aún hoy recuerdo la última frase de aquella apología que ella escribió y hoy reinterpreto: «El mejor homenaje que podemos hacer a nadie… es sonreír».

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