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Lo primero, admitir el fracaso. Los ídolos del optimismo nos oprimen con la exigencia del triunfo, de la superación, de los sueños cumplidos. Esos ídolos son la voluntad que todo lo puede y la alegría de vivir obligatoria. A los herejes no se les quema ... en la hoguera, pero se les niega el alimento. Y ahora viene esta gente y nos dice que lo primero es admitir el fracaso para seguir en una lucha sin garantías de triunfo.
Mientras la guerra de Ucrania, gran fracaso de la Humanidad, nos pone ante la peliaguda cuestión de la supervivencia conjunta, ellos se enfrentan al desafío de la extinción por otro de sus apremiantes lados. Son ambientólogos y climatólogos. Miran el mundo a través de ciertas técnicas y de ciertos métodos y quieren decirnos lo que ven. Ven, por ejemplo, que la hemos fastidiado. Ya no podemos cumplir el objetivo de mantener el calentamiento global por debajo del grado y medio en este siglo. Los gobiernos no están tomando las medidas precisas. Las emisiones mundiales alcanzaron un nuevo máximo en 2021. Así que Scientist Rebellion, el brazo científico -podríamos decir- de Extinction Rebellion -en realidad son dos organizaciones separadas-, se ha puesto a caminar por la senda de la desobediencia civil bajo el lema 'Unidos contra el fracaso climático'.
Lo suyo no es echarle sopa de tomate Heinz a los girasoles de Van Gogh (si la sopa hubiera sido la Campbell's famosamente retratada por Andy Warhol, el acto de protesta habría sido perfecto como acto artístico). Scientist Rebellion, por el contrario, tiene un plan: hacer cosas que supongan el riesgo de ser detenidos en Alemania para invitar al Gobierno de ese país a que asuma el fracaso climático y actúe en consecuencia. Alemania, dicen, es un país rico e influyente. Se ha beneficiado mucho de la quema de combustibles fósiles. Además -esto no lo dicen, se da por supuesto- es un país democrático donde los movimientos civiles de protesta pueden aspirar a influir en la política gubernamental. Ir a protestar a Moscú sería inútil y llevaría las cosas demasiado lejos por la senda del martirologio.
Así pues, S.R. quiere convertir al Gobierno alemán en abogado de medidas como la condonación de la deuda a los países del sur para que puedan costear la descarbonización de sus economías. El domingo pasado, mientras el canciller Olaf Scholz intervenía en la Cumbre Mundial de la Salud en Berlín, afuera sonaba una alarma antiincendios. Eran ellos, los hombres y mujeres de S.R. Parece que Scholz comentó que esas personas protestaban «por cuestiones climáticas y cosas así». No le pareció que hacer sonar la alarma fuera modo de apoyar las conversaciones. Quizás no se dio cuenta de que la salud humana es imposible en una Naturaleza enferma.
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