Cuando nos dijeron que esperábamos un bebé, titulé mi columna 4+1. Es de justicia que esta semana, en la que ha nacido ya nuestro hijo, la titule como el feliz resultado de aquella operación aritmética.

Publicidad

Ha sido una semana de sensaciones. El trabajo no para. ... La literatura, tampoco. Ni siquiera esta columna. Pero ahora hay una persona nueva en el mundo. Alguien para quien su madre y yo somos la última línea de defensa. Es impactante comprobar cómo él depende absolutamente de nosotros -come si le damos de comer, está limpio si le limpiamos…- pero, a la vez, es desde ya alguien único y por tanto no tenemos una propiedad sobre él. Solo una obligación de darle lo que entendemos mejor. Una obligación que también es un derecho, ojo, pero esto abriría otro debate.

Escribo mientras lo tengo en brazos y me parece que de vez en cuando sonríe. Pero es solo un reflejo nervioso en sus labios, lástima. O no... Quizá sepa que estamos hablando de él.

Es increíble cómo, de pronto, no conoces a alguien y en pocos segundos, según 'brota' de su madre (acto burdo y a la vez hermoso), te enamoras de él. Pasas de no conocerle a que sea una de las personas más importantes en tu vida. Lo ponen en brazos de su madre, acercas tu mano y tocas por primera vez a alguien a quien, espero, estaré abrazando toda su vida. O todo lo que dure la mía.

En fin, que lo que sentí se pareció mucho a un Fórmula 1. Pasé de 0 a infinito en segundos. Digo a infinito porque es esa la única representación numérica que cabe cuando hablas de querer a alguien. Porque, como se suele decir, la única medida del amor es amar sin medida.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad