Bizkaia afrontó ayer la nevada más copiosa en 33 años, que colapsó su actividad durante horas y dejó estampas casi insólitas en sus principales núcleos urbanos. La muerte de un vecino de Galdakao de 65 años, al resbalar y golpearse la cabeza, y los ... múltiples problemas registrados en las carreteras, el aeropuerto de Loiu y la red ferroviaria representan el contrapunto -trágico en el primer caso- al paisaje bucólico en el que se sumergieron, disfrutándolo, miles de ciudadanos. Empieza a ser una evidencia que la meteorología emerge en ocasiones como una afección social -desde las dificultades en el transporte, a los escollos para conciliar si no funcionan con normalidad los colegios o los centros de día para mayores-, por más que el calendario marque que lo normal en estas fechas son el frío y las inclemencias. De ahí que resulte esencial el máximo tino de los expertos en la predicción del tiempo y una adecuada activación de los dispositivos de respuesta por parte de los responsables públicos. Aemet y Euskalmet coincidieron la víspera en presagiar nieve al nivel del mar y en cuáles serían las horas más críticas. Acertaron. Lo hicieron con dos alertas no coincidentes -amarillo y naranja, respectivamente- que es discutible que transmitieran de forma inequívoca la magnitud que alcanzó finalmente la nevada. Las instituciones reaccionaron con agilidad al comprobar la verdadera dimensión del temporal. Pero en algunos casos se vieron sorprendidas por su inesperada crudeza y desbordadas en un primer momento, lo que les obligó a reforzar los recursos materiales y humanos que habían previsto para la ocasión, que resultaban a todas luces insuficientes. Todo ello, unido a la actitud de los ciudadanos que optaron por lanzarse a las carreteras sin atender a una obligada cautela, derivó en colapsos de tráfico en las principales redes viarias, pese a las claras advertencias previas del Gobierno vasco, y serios trastornos en la vida diaria. Sobre todo, en las horas críticas de inicio de la jornada laboral y escolar. Los efectos meteorológicos más severos, como el registrado ayer en Euskadi, tienen inevitables efectos en la vida diaria por muy ajustadas que sean las previsiones. Pero la capacidad de respuesta eficaz de una sociedad no se juega solo en cómo afronta lo predecible, sino especialmente en cómo encara y solventa lo imprevisto. Y en ese terreno queda un cierto margen para la mejora.
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