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Esta historia empieza en Suecia. Una adolescente de Estocolmo decide que no tiene sentido seguir yendo a clase si lo que le espera cuando termine ... sus estudios es un mundo inhóspito y desolado como consecuencia del cambio climático. ¿Para que estudiar, si después no habrá nada?, se preguntaba. En vez de quedarse parada e impotente, opta por actuar en la medida de sus posibilidades y comienza a hacer huelga. Se plantaba cada viernes delante de su instituto con un cartel que decía «en huelga por el clima». Su nombre hoy ya famoso: Greta Thunberg.
Muchas veces decimos aquello de que una sola persona con las ideas claras puede cambiar el mundo, pero pocas veces ocurre. El caso de Greta es uno de ellos. El eco de su humilde iniciativa personal empieza a extenderse y poco a poco adolescentes y jóvenes de otros países van siguiendo su ejemplo. Su acción ha sido la mecha que ha hecho prender una yesca que puede tener gran alcance.
Conocí a Greta en la Cumbre del Clima de Katowize (Polonia) el pasado mes de diciembre donde expuso sus ideas en un acto ya multitudinario. Sus mensajes son tan sencillos como contundentes: «están ustedes destruyendo nuestro mundo. ¡Hagan algo!». Quizás sea por la profunda verdad que esconden sus palabras por lo que este movimiento está sumando a miles de jóvenes por el clima por todo el mundo con tanta rapidez. «Sin Planeta no hay futuro», dicen. Y tienen razón. Pero, a pesar del pesimismo de los datos, promueven la acción: «No tener fe no es excusa para no hacer nada. Lo que más sirve es la acción, porque una vez que empezamos a actuar la esperanza estará en todos lados».
Es una gran verdad que el planeta que estos jóvenes van a heredar es un mundo en grave deterioro. Las evidencias del cambio climático son ya son muy contundentes. Y a ello hay que sumar la pérdida galopante de biodiversidad o la contaminación por plásticos que asola los océanos. Los científicos de Naciones Unidas han sido muy rotundos en esta ocasión: las emisiones de gases que causan el cambio climático deben bajar, y deben hacerlo rápido. Incluso han puesto una fecha para evitar el punto de no retorno: 2030.
La desesperación de los jóvenes como Greta es comprensible. A pesar de años de reuniones y compromisos contra el cambio climático, las emisiones no paran de crecer. Sólo en 2018 crecieron globalmente un 2,7%. Si somos conscientes de que estamos ante el problema más grave del mundo actual ¿por qué no hacemos nada? Por eso dicen cosas como «tenemos que darnos cuenta de lo que las viejas generaciones han hecho. Del desastre que nos dejaron y que tenemos que limpiar».
Como una marea que se extiende en silencio el movimiento ya está en España. Empezó en Girona, donde un grupo de jóvenes salieron a la calle hace unas semanas, uniéndose a la huelga por el clima de cada viernes que llaman fridays for future. Y ahora ya está presente en numerosas ciudades. También muchos profesores se han involucrado, explicando a sus alumnos el alcance del fenómeno del cambio climático y el alcance del movimiento de los Jóvenes por el clima. Se trata de un movimiento sin otra bandera que la lucha contra el cambio climático, un fenómeno que no conoce fronteras.
Hay que reconocer que en España también la política ha fracasado contra el cambio climático. En esta legislatura había un compromiso de sacar adelante una Ley contra el cambio climático y por la transición energética que pusiera en macha el proceso de descarbonización de nuestra economía. Desgraciadamente no ha ocurrido. El Gobierno de Rajoy fue incapaz de sacarla adelante y ni siquiera presentó un borrador en el Congreso, pero tampoco el Gobierno de Sánchez lo ha hecho: aprobó su anteproyecto de ley una vez que estaba anunciada la disolución de las Cortes. Así que no es de extrañar que el viernes 1 de marzo cientos de jóvenes se plantaran en Madrid, en las puertas del Congreso de los diputados reclamando acciones contundentes contra el cambio climático. Por cierto que esa concentración se produjo bajo un calor demasiado sofocante poco habitual incluso para el invierno madrileño.
La próxima cita de este movimiento juvenil es hoy. Han convocado una huelga estudiantil global contra el cambio climático. Su mensaje se dirige a los políticos, y reclaman más compromiso y mayor acción por el clima. Por la velocidad a la que se va extendiendo se espera que ese 15-M climático convoque a miles de jóvenes en todo el mundo.
Es posible que Greta Thunberg no esperara que su acción individual tuviera el impacto suficiente para movilizar a decenas de miles de jóvenes, pero lo ha hecho. Su ejemplo ha generado un movimiento tan necesario como esperanzador. En un momento en que la lucha en defensa del clima está estancada por el bloqueo de personajes como Donald Trump o Bolsonaro, estos jóvenes activos han devuelto la esperanza al mundo. Es imprescindible que crezca y se fortalezca, pero no se puede quedar ahí. Es imprescindible que haya una respuesta desde la política: que los gobiernos y las empresas empiecen a actuar . Sabemos lo que hay que hacer; hay alternativas en todos los sectores. Es cuestión de ponerlas en marcha.
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