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La muerte de Kirk Douglas supone la desaparición de la última gran estrella del Hollywood clásico. Nos queda la presencia en la pantalla, sus memorables interpretaciones en numerosas obras maestras. Podemos volver a verlo como el coronel Dax de 'Senderos de gloria' o en su ... encarnación de Espartaco. Y probablemente de otro modo que no estuvo en su elección de papeles ni en la concepción de las películas de los realizadores que lo dirigieron. Parece que se va a poner de moda la clonación digital de actores y actrices fallecidos mediante una técnica semejante a la del 'deepfake' (que da tantos quebraderos de cabeza a los servicios de Inteligencia). De este modo, quizá en breve se pueda elegir a la carta si la película nueva que vas a ver quieres que la protagonice Kirk Douglas, James Dean o Paco Martínez Soria.
En el cine americano más popular, el concebido para público en general infantil, tiene ya mayor importancia la posproducción con efectos especiales que el propio rodaje. Martin Scorsese ha criticado que las películas de este tipo, cita las de Marvel, se alejan de lo que es cine. Se han sumado a estas críticas Francis Ford Coppola o Jacques Audiard. En el caso de Scorsese podría discutírsele a él mismo que en 'El irlandés' haya utilizado con profusión una técnica tan desconcertante, y para mí fallida, como es el rejuvenecimiento facial de actores. Quizá lo inquietante es que en ese cine solo comercial y en muchas series de puro consumo (la excesiva abundancia de series está costando que se hagan menos largometrajes, pero esa es otra cuestión), el diseño de producción se ajusta a las impersonales y asépticas respuestas que da un algoritmo, cuyas directrices determinan desde el guion al reparto.
Todo esto afecta a la autoría, pero no creo que ponga en peligro la pervivencia del auténtico cine. El triunfo en los Oscar de una película tan personal como la surcoreana 'Parásitos' así lo indica. ¿Qué es cine de verdad hoy? Lo mismo que ha sido, lo mismo que hacían los primeros seres humanos a la luz de una hoguera: contar una buena historia. El cine que llega y trasciende es el que con una mirada propia, dotada de inteligencia y profundidad y por encima de filigranas tecnológicas relata la lucha contra la adversidad, plantea conflictos morales o revela la pesada broma que es la vida; en definitiva: lo que transmite emoción y mientras lo ves suspende tu incredulidad. Como sucede en 'Dolor y gloria', 'La trinchera infinita', 'Madre', 'Intemperie' o 'Quien a hierro mata', por citar recientes películas españolas buenas o muy buenas. Y lo demás es otra cosa.
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