![Cincuenta años en el centro de nuestra vida](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201908/11/media/cortadas/opi-to%c3%b1a-kgOF-U809594304076UH-624x885@El%20Correo.jpg)
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1969. Escribo en primera persona en un intento de expresar vida y sentido de tantos que, como yo, situamos estos cincuenta años pasados en el centro de nuestro recorrido vital, nacimos en los años cuarenta y muchos o en los cincuenta, y moriremos dentro de ... diez, veinte..., tanto da. Algunos pocos tuvimos la gran oportunidad de ir a la Universidad; en mi caso, justo en 1969. El mundo parecía nuestro, creíamos que nos pertenecería y que debíamos cambiarlo. Tiempos del tardofranquismo, Mayo del 68 en Francia, el primer hombre en la Luna, la guerra del Vietnam, Woodstock, Wight, el ideal del cambio, haz el amor y no la guerra (flower power), nuestras lecturas favoritas, la música (The Beatles y Abbey Road...), el marxismo, Mao y la revolución cultural. Tiempos del Che Guevara, del ideal cristiano de la liberación, 'Euskadi libre ta sozialista', los movimientos populares, las asambleas, las huelgas, los 'grises', el juicio de Burgos, el comienzo de la Transición, la militancia clandestina, la ikurriña, los sindicatos de clase, la lucha contra el autoritarismo… El mundo era un terreno por conquistar. Y nos propusimos hacerlo.
Nuestros padres habían vivido la guerra y la posguerra, habían trabajado y vivido austeramente para salir adelante y para darnos un futuro, lo teníamos en nuestras manos y teníamos que hacerlo posible. Terminamos nuestros estudios entre clases, exámenes y asambleas de protesta, trabajamos con salarios que fueron creciendo, conformado familias, parejas, hijos… y nietos. Al tiempo, progresamos en la vida profesional, hemos tenido acceso a nuestras propias viviendas, a nuestro patrimonio -algo, poco o bastante-, disfrutado de nuestras vacaciones y viajado por el mundo, y hemos hecho realidad algunos proyectos personales y profesionales.
Pero la gran transformación con la que soñamos en 1969 no ha sido posible en los términos en los que la imaginamos. De la revolución a la transformación, de esta a la transición y a la modernización. El anhelado cambio ya se produjo… para que lo esencial mantuviera su centralidad. El desmantelamiento del aparato político franquista llegó a su final, pero la Constitución de 1978 puso fin a otros anhelos de superación, anhelos de la izquierda y frustración de otros modelos de articulación territorial.
Hemos hecho muchas cosas y nos han pasado otras tantas, pero... ¿hemos conseguido que nuestras ilusiones sean una realidad? ¿Hemos sido felices y posibilitado vidas 'felicitantes' en nuestros entornos? ¿Hicimos lo posible por hacer posible lo que creímos que era posible?
Pertenecemos a una generación razonablemente exitosa en lo personal, con excepciones, con matices, con fracasos y con decepciones, que no son otros que los propios de nuestro pasar por la vida. Pero la vida nos ha ido poniendo en nuestro sitio y rebajando nuestras expectativas. Lo que en la juventud parece alcanzable, en la madurez resulta más complicado o simplemente imposible. La 'acumulación de juventud' nos ha enseñado que creímos ser más fuertes y generosos de lo que hemos sido, y que la realidad es dura, muy dura. Lo que no significa, necesariamente, renunciar a nuestros ideales, más bien acercarnos a lo que es y ha sido posible. Y va siendo hora de mirar atrás y hacer balance de lo que hicimos, de lo que logramos, de lo que quedó a medias y de lo que no pudimos. Podemos hacer un balance en lo personal y también en lo colectivo. Y muy posiblemente seremos mucho más condescendientes con nosotros mismos que con la construcción de lo colectivo. Cincuenta años en el centro de nuestra vida nos han enseñado que lo cercano y los cercanos, tanto en lo cotidiano y en lo familiar, se nos hace lo más difícil; mientras que lo lejano y los alejados en el tiempo -pasado y futuro- y en el lugar nos siguen haciendo soñar en términos de felicidad. ¡Cuánto cuesta ser feliz con la cercanía!
2019. El mundo es más rico y de él formamos parte buena parte de nuestra generación. Y también más desigual. Incluso los paradigmas del Estado de Bienestar en los que hemos desarrollado nuestra vida están en crisis. Ahora somos hombres y mujeres mayores que pensamos que nuestros hijos no tienen el reconocimiento y progreso profesional que se merecen, el que tuvimos nosotros. ¿Supimos algo en nuestros primeros años de trabajo de los contratos temporales y de congelaciones salariales? Somos una sociedad envejecida, de parejas casi sin hijos, pero también una sociedad cuya clase media no renuncia al ocio creciente y al consumo no siempre responsable.
En Euskadi ETA dejó de matar, ¡ya era hora! De haber sido el centro de las tormentas, somos ahora un modelo de estabilidad, aunque también me pregunto si era aquí adonde queríamos llegar. Cincuenta años han roto el Muro de Berlín y han democratizado Rusia y los países del bloque soviético -¿sí?-, China ha dejado de ser un país pobre y paradojas de la vida, sigue siendo comunista formalmente y productor de las mayores desigualdades entre su población. África y América del Sur continúan en un bucle sin salida. Y los programas más neoconservadores en lo político, social y económico han alcanzado el poder en EE UU y Reino Unido y mantienen en vilo al mundo más democrático. ¿Es esto lo que soñábamos? No. Y sin embargo…
Sin embargo, hemos hecho posibles muchos y buenos proyectos; mantengo alta la esperanza y la voluntad de que, con muchos tropiezos, los próximos cincuenta años traerán a la humanidad un progreso social que hoy no imaginamos. Nuestros sucesores lo sueñan y lo harán en parte posible.
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