Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Algunos se creen que están conquistando la cima del monte más alto del planeta y lo que están coronando es la cumbre de la estupidez humana, el pináculo del 'yo he estado allí', la demostración suprema de que el poco original Vicente solo sabe ir ... donde va la gente. Que haya habido diez muertos en hora punta en el Everest no me sorprende porque he tenido ocasión de ver varios documentales que retratan el techo del mundo como una especie de Punta Ballena del alpinismo, con su desmadre nocturno en el campamento base, sus imponentes barrancos cuajados de desperdicios y sus temibles crestas convertidas en la principal atracción de un parque temático del deporte extremo.
Morir por congelación haciendo cola en el lugar más alto, remoto y supuestamente inaccesible del planeta es un contrasentido tan cargado de ironía que, si no fuera mortalmente trágico, sería hilarantemente cómico. No puedo evitar imaginarme a los alpinistas preguntando quién da la vez o discutiendo acaloradamente en el Escalón de Hillary tras sospechar que uno de ellos se ha colado... Que en el Everest haya que repartir números como en la pescadería tal vez suponga la confirmación definitiva de que las grandes expediciones se han acabado para siempre. Hoy todo es puro negocio, marketing, aventura empaquetada y viajar para contarlo. O, más bien, para colgarlo (en las redes).
Los que nunca fuimos Livingstone pero tuvimos la suerte de visitar a finales de los 70 y principios de los 80 lugares como Venecia, La Habana, Santorini, Acapulco o Bombay llegamos a gozar al menos de un atisbo de lo que en su día se consideraba viajar: descubrir paisajes, sin ser pastoreados por un guía que va delante con un paraguas rojo o un silbato. Hoy muchas de aquellas ciudades que todavía mantenían una pizca de autenticidad han quedado convertidas en meras cañadas por las que transitan los grandes rebaños del consumismo viajero. Lisboa, que para mí, más que una ciudad, era un estado de ánimo (igual que Nueva York), hace tiempo que perdió el alma. Como dice un amigo mío, «es que ya viaja cualquiera». Pero más que el quién es el cómo... Antes a la cima del Everest llegaban solo los héroes. Hoy está repleta de turistas haciéndose un selfi.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.