El cielo y la tiroides

No descarten que Olona aterrice en América y se vaya a la Araucanía con un par de frailes benedictinos a convertir mapuches. Todo apunta a que a Vox le está surgiendo lo impensable: la escisión fanática. Y se nota que en el partido no saben qué hacer. Quizá no puedan hacer nada. Tampoco van a sacar a Buxadé, Tertsch o Monasterio a pedir por favor menos exageración y dramatismo. Nuestra política es un chiqui park de bravucones. Pero al menos nos queda ya clara una característica de los nuevos políticos más vanidosos y tonantes: insisten en que están dispuestos a todo, pero tras perder unas elecciones no se quedan cuatro años en la oposición ni por asomo. El 29 de junio, diez días después de que los resultados en Andalucía no le fuesen favorables, Macarena Olona anunció que ponía fin al «servicio público desde la política» por razones médicas (y por tanto indiscutibles) que constituían un reto personal «incompatible con la exposición mediática». Un mes después, Olona ya se exponía en los medios para anunciar que estaba bien y convocar a sus seguidores a peregrinar con ella a Santiago, argumentando cosas raras en términos religiosos y patrióticos, inventando la introspección promocional y transformando el Camino en unas primarias amañadas. Tiroides. Ese fue al parecer el problema médico que impidió a Macarena Olona dar hasta su última gota de sangre por Andalucía. Pues no habrá un poema del Capitán Aldana que justifique en esos términos la huida de los gloriosos campos de Flandes. Pero no pasa nada, yo lo escribo: «España, Santiago, cierra, cierra, / si lo permite el Cielo y la tiroides».

Los británicos pegan unos cabezazos magníficos. Más allá de futbolistas como Vinnie Jones o boxeadores como Josh Warrington. Me refiero al británico medio y al cabezazo protocolario, esa leve pero decidida inclinación de cabeza en señal de respeto. Es el gesto que más se repite en la capilla ardiente de Isabel II. La gente hace horas de cola en la calle (a veces te toca junto a Beckham y a veces junto a un exhibicionista que se termina lanzando al Támesis) y cuando llega su momento se despide de la reina con un cabezazo impecable. También hay quien lo hace regular y parece que se le ha caído una lentilla. Pero la mayoría muy bien. Hay algo hipnótico en ese flujo incesante de personas por Westminster. Es coreográfico. Casi zen. Menos mal que pronto llega lo importante: el cotilleo. Mañana por la tarde los reyes coinciden con el emérito en una recepción en Buckingham. Y todavía el domingo, en el funeral, nos los sientan juntos.

Cristina Fernández ha reaparecido tras el atentado fallido. Lo normal. La vicepresidenta del país diciendo algo quince días después. Y, bueno, dijo que sentía que estaba viva «por Dios y por la Virgen». Otras líneas del pensamiento oficialista creen que la bala también pudo detenerla Maradona o Néstor Kirchner. Los sospechosos detenidos ya son tres. El nexo de unión es que vendían 'copitos', algodón de azúcar, en la calle. «En España tienen la ETA, viejo, y nosotros a la banda de los copitos», soltó el jueves Eduardo Feinmann en la radio argentina.