Chupete

La misma que hablará algún día el retoño de Malú y Albert Rivera, así lo escolaricen en catalán, inglés o alemán. Perdóname, Albert, pero yo a ti siempre te he visto cara como de niño al que le quitaron tarde el chupete (distinto al caso de Errejón, que todavía parece llevarlo puesto). Ahora el chupete, elevado a la categoría de trofeo, aparece en primer plano, enarbolado por las manos entrelazadas de Rivera y su novia, en esa foto de Instagram con la que proclaman, llenos de alborozo, su próxima paternidad. «Una vez más, gana el amor», concluye el mensaje. Que es como si exlíder de Ciudadanos viniera a decir: «He fracasado en las generales, pero he triunfado en la cama». Aquí el que no se consuela es porque no quiere.

No es el único. Muchos son los ciudadanos que, asqueados de la política, se refugian en el amor o ya directamente en el sexo. Pero qué gran metáfora la del chupete, ese gran sucedáneo, un objeto con el que calmar el insaciable instinto succionador con el que los mamíferos (unos más que otros) venimos al mundo. El primer consolador de nuestra vida... Luego vendrán otros más sofisticados, como las series televisivas. Por eso no tiene nada de raro que un dirigente privado de golpe de la ubre del poder busque consuelo en algo tan simple como el mecanismo de un chupete.