Chuchalin

Al fin y al cabo, media humanidad profesa una fe inquebrantable en teorías mucho más peregrinas, absurdas e imposibles de tragar. Algunos incluso matan y mueren por ellas. Personalmente no creo en Dios, pero Chuchalin es mi profeta. Tras casi dos meses de soportar a cansinas y amargadas 'Casandras' mediáticas que no paran de proferir negrísimos vaticinios, yo me agarro a la ilusionante predicción de este neumólogo como un gato a unas cortinas. Y como David de Jorge proclamo: «¡Viva Rusia!». Son demasiadas semanas permitiendo que nos cale hasta los huesos una lluvia ácida y corrosiva de desgraciados augurios. Las cifras del paro, por ejemplo.

Se cierra un país, se frena en seco su economía, ¿y la noticia es que se ha incrementado el número de parados? La noticia debería ser que todavía quede gente trabajando.

Conviene no olvidar que más pronto que tarde esto acabará, quizás no en junio, pero sí algún día no muy lejano. Y volveremos a viajar, a sentarnos en los bancos públicos y a abrazarnos. Puede que Chuchalin se pase de optimista. Pero en realidad, como diría el gran Raphael, ¿qué sabe nadie? Si ni siquiera los expertos se ponen de acuerdo... Necesitamos volver a vivir. Y de ilusión también se vive.