Las denuncias presentadas por antiguos alumnos del colegio de los Salesianos de Deusto contra un exprofesor por abusos sexuales cometidos presuntamente en la década de los 80 ponen de nuevo el foco sobre una vomitiva forma de violencia cubierta durante años bajo una espesa capa ... de silencio, cuando no de lacerante impunidad. Episodios como los desvelados ahora, al igual que otros similares conocidos en los últimos meses, tienen un doble agravante que aumenta su repugnancia: las víctimas eran seres indefensos de corta edad; y el acusado, un docente al que se le había confiado su formación y protección y que, según los testimonios, se valió de su autoridad sobre los pequeños y de su superioridad física para vulnerar su integridad. El hecho de que agresiones tan traumáticas hayan permanecido ocultas hasta ahora refleja el clima de miedo, secretismo, vergüenza a ser señalado o temor a no ser creído que disuade a las víctimas de la pederastia y del que se aprovechan los depredadores sexuales para perpetrar nuevos ataques. También hace sospechar que la sucesión de casos difundidos en un breve periodo, que han suscitado una comprensible conmoción social, son una mínima parte de los existentes.
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Resulta revelador que, pese a la decena de denuncias tramitadas ante la Ertzaintza y sin cuestionar la presunción de inocencia, en el colegio no consten quejas formales contra el exreligioso durante los 15 años en los que impartió clase en sus aulas. La tolerancia, el encubrimiento y la inacción han rodeado durante largo tiempo comportamientos delictivos en el entorno escolar, eclesiástico o familiar. El escándalo en los Salesianos de Deusto, destapado apenas dos meses y medio después de la condena a once años de cárcel por abusos sexuales a un exprofesor de Gaztelueta, emplaza a toda la comunidad educativa a extremar las medidas de prevención para erradicar de una vez comportamientos indignos tipificados en el Código Penal. Es obligación de los centros dotarse de los mecanismos necesarios para impedir cualquier ataque contra la libertad sexual, detectarlos si se dieran y, en tal supuesto, ponerlos en conocimiento de la Justicia y colaborar plenamente con ella. El compromiso de no mirar hacia otro lado también se extiende al profesorado y a las familias. Su colaboración es imprescindible para poner coto a la pederastia y para que los autores de delitos tan abominables rindan cuentas ante la Justicia.
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