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Los destructores surgieron de las zonas grises de las islas y su primitivismo ha puesto en jaque a la Unión. Aprovechándose de la torpe decisión de David Cameron, con la que quiso poner orden en el Partido Conservador, muestran al continente el camino a seguir ... para retornar al anodino discurrir del Estado nación. Ni la acelerada y profunda transformación económica y social de hace más de un siglo ha podido con la concepción decimonónica de los Estados y su vigencia. La negociación del Brexit ha sometido a una gran tensión a las diferentes piezas que conforman ese Estado en su concepción decimonónica. Por eso, la crisis política de Reino Unido hay que comprenderla desde esta perspectiva, cuyo efecto más visible es el lamentable espectáculo de su elite política.
Y en eso estamos ahora que Theresa May se marcha después de casi tres años de gestión caótica y dejando una larga lista de problemas sin resolver. Las históricas derrotas sufridas en el Parlamento de Westminster acentuaron una soledad a la que la abocaron el abandono de muchos de los miembros de sus propios Gobiernos (36 altos cargos concretamente), de su partido, del laborismo, de los nacionalistas escoceses y del mundo empresarial y sindical.
La política de verdad requiere ética del convencimiento y de los principios y sentido de la conveniencia y la oportunidad. May carecía de ellos y de ahí que su fracaso fuera inevitable. Pero también sus decisiones, ya que fue partidaria de quedarse en la UE hasta que ocupó el puesto de Cameron y se pasó al escepticismo de la noche a la mañana soñando con apropiarse de los votos del UKIP. Con una puesta en escena altanera y arrogante, echando gasolina al fuego, priorizó siempre el interés del partido y el suyo propio sobre el de la nación y para ello repitió una y otra vez soflamas negativas sobre la UE que sólo generaron más confrontación. Es interesante recordar también que su fracaso no se limita al Brexit, sino que incumplió todas las promesas vinculadas a la desigualdad y la pobreza, a la sanidad, a la vivienda y a la delincuencia. El agujero negro del Brexit se las ha tragado.
La combinación de la confusión que rodea en Reino Unido todo lo relacionado con el Brexit, la peculiaridad del enfoque británico a la asociación con otros países europeos y la constatación política de que la UE necesita volver a pensar su modelo de integración hace que resulte improbable que su salida dé lugar a un desmantelamiento del proyecto europeo. Pero los dirigentes comunitarios deben prestar atención a las señales de alarma procedentes de todas partes que indican que el estatu quo no es una opción. La UE no se puede permitir quedarse quieta y debe hacer frente a muchas decisiones difíciles sobre cómo evolucionar en los próximos años. La renovación de las instituciones en la que estamos inmersos ofrece una oportunidad de volver a pensar sobre la esencia del proyecto común y nada mejor que nuevas propuestas que contrarresten los mensajes que emanan del Brexit. La herencia de Theresa May es un cenagal que pasará factura a los británicos durante un largo período de tiempo.
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