Como en casa

Los turistas alemanes aparecieron en dos aviones procedentes de Dusseldorf y Francfort y no trajeron ramas de olivo, sino algo mejor: reservas de hotel, llaves de segundas viviendas, ganas de visitar tiendas y restaurantes. Vinieron también con una advertencia de su ministro de Sanidad: «Ballermann no puede convertirse en un segundo Ischgl». Ballermann es como llaman en Alemania a la zona de marcha de la playa de Palma y Ischgl es la estación de esquí austriaca en la que en febrero la fiesta originó un foco de coronavirus de campeonato. Si lo piensan, a nosotros el ministro de Sanidad no nos habla así. Es por no traumatizarnos. Illa prefiere que maduremos y nos demos cuenta de las cosas solos.

Si todo marcha bien, los turistas que llegaron ayer a Baleares son los primeros de diez mil. No tendrán que pasar cuarentena, pero sí algunos controles, además de estar localizables y notificar el menor síntoma de enfermedad. A efectos de vigilancia epidemiológica, la ventaja es que los alemanes que aterrizaron ayer en Palma ya habrán adquirido hoy, tras las primeras horas de sol, el característico color de piel anaranjado y fulgente que los volverá en todo momento visibles y perfectamente rastreables.

Lo complicado es distinguir a uno de Zaragoza en Salou. Y sin embargo ayer la Generalitat lanzó su campaña turística para el verano, 'Cataluña es tu casa', centrada en el turismo de proximidad, o sea, en el español. «Aquí todo el mundo es bienvenido y será acogido con una sonrisa», anunció el president Torra. Con una sonrisa, también hizo cuentas y le dijo al Gobierno que para reactivar el sector turístico de Cataluña, que es la casa de todos, se necesitan 7.500 millones. Qué bonitos son los turistas de repente. Si le aprieta un poco más el sector, Torra imita ayer al ministro alemán y ordena que este año en las playas catalanas nada de liarse a sombrillazos por las cruces, los lazos y las pancartas; este año todo el mundo a broncearse y ser feliz.

Vox quiere controles de drogas en las Cortes. Así responden a una pregunta de Compromís sobre el permiso de armas de Abascal. El líder de Vox dice que a él le pueden cachear y desafía a que a los demás les controlen las sustancias. No tiene el menor sentido, pero es bueno que la política española regrese a lo importante. Aunque sin exagerar. Como sucede siempre, en una prueba colectiva de drogas darían sobre todo positivo los prohibicionistas. Antes de Vox, solo Albert Pla se había atrevido a exigir el antidoping. Sucedió cuando se supo que en el bar del Congreso los cubatas costaban cuatro euros. Tras el escándalo, ya no se sirven allí copas. Lástima. Los plenos de cualquier cámara representativa son siempre mas cordiales, ingeniosos y civilizados por la tarde, cuando la gente igual se ha tomado un licorcito tras la comida. Tenía razón Mencken: achispar ligeramente a la humanidad reimplantaría el cristianismo.

Los Ayuntamientos cancelaron las fiestas del verano, manteniendo quizá algún acto simbólico pero descartando aglomeraciones, noche y desparrame. Lo que no se esperaba era que surgiese la organización paralela del gran botellón con la excusa de la fiesta patronal suprimida. Que haya sucedido este fin de semana en dos pueblos vizcaínos en conmemoración de fiestas que son tradicionalmente de precalentamiento estival hace pensar en la que se puede liar cuando lleguen las vacaciones y los días claves del verano festivo. Las noches, o sea.