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Cuenta Sabater que en la portada de su nuevo disco podría haber posado en plan tía buena (es una opinión), pero que ha optado por una imagen «interpretativa»: ella mirándole el paquete al Yeti. Tres meses asegura haber tardado en componer una letra que dice 'Navidad, polvo y ron, polvorrón, polvorrón'. Y es que, según explica, escribir canciones con doble sentido entraña una dificultad tremenda. Teniendo en cuenta que la suya ni siquiera rima, habrá que suponer que el autor de 'Una vieja y un viejo van p'Albacete' tardó en terminarla un año, como mínimo.

Lo más curioso de todo es que en su afán por resultar vulgar y grotesca, como en 'El pepinazo' o 'La salchipapa', aquí Sabater llega a cultivar sin pretenderlo el 'dirty realism'. Hay más realismo y cruda verdad en esa tonta cancioncilla que en todos los villancicos navideños juntos. Sid Vicious no lo podría haber descrito mejor. Para mucha gente joven la Navidad es igual a porros, alcohol, sexo furtivo y peleas con la familia. Esa realidad, tan ajena a la de las dulces cancioncillas navideñas (a menos que se quiera ver un doble sentido en 'Dale a la zambomba' o 'Pero mira cómo beben') existe, está ahí, aunque la iluminación callejera, los abetos con nieve artificial y la larga barba de Papá Noel intenten ocultarla... Al final va a resultar que 'El polvorrón' es un estudio sociológico más descarnado y veraz que el que atribuía Mercedes Milá a Gran Hermano.