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En la historia de la humanidad los problemas básicos y comunes a la gran mayoría de la población han sido poder comer todos los días -algo que todavía es el principal objetivo en muchos lugares del mundo- y lograr sobrevivir a los primeros años de ... vida, cuando las tasas de natalidad eran algo más altas que las de mortalidad infantil y la general, todas muy elevadas. Después de la Revolución Industrial y de que los beneficios sociales del desarrollo económico de la industrialización se fueran extendiendo a la población en general, los problemas son otros en las sociedades avanzadas. Junto al cambio climático, la preocupación por el envejecimiento de la población, que es un logro de la humanidad, se percibe como una amenaza al Estado del Bienestar, que se ha ido extendiendo a los países de la Unión Europea desde el final de la II Guerra Mundial.
La caída continuada de la natalidad en Euskadi, confirmada por los recientes datos del Eustat, vuelve a aparecer una vez más como un problema singular de nuestra sociedad, al que se trata de buscar una solución. Sin embargo, aquí sucede lo que lleva sucediendo desde mediados de la década de los años 70, y como está ocurriendo en el conjunto de España, de Europa y de casi todo el mundo. Sólo el continente africano es una excepción. Por el momento. Se trata de movimientos que avanzan hacia el decrecimiento de la población que se prevé para dentro de 50 años. El descenso de la natalidad y el aumento de la esperanza de vida son los factores que conducen al envejecimiento poblacional. Según Naciones Unidas y la UE, el envejecimiento es inexorable, y el declive poblacional, ineludible.
En el informe europeo de 2018 sobre envejecimiento, se comparan los datos de los distintos países de la Unión y de aquí a 2070 se espera que la mitad de los estados miembros pierdan población en proporciones variables. Comparando las proporciones de los grupos de edad en la actualidad y en 2070, las tendencias en todos los países de la Unión son similares. Aumenta la proporción de las cohortes de más edad. Asimismo, asciende la media de edad de la población de 42,4 años a 46,7 en 2070.
Estas tendencias se producen por varios factores. El incremento de la proporción de personas en las cohortes de mayor edad es uno. Se debe al 'boom' de nacimientos a mediados del siglo pasado, así como al aumento continuo de la esperanza de vida. Por otro lado, el tamaño de los grupos que forman el grueso de la población en edad de trabajar, entre 20 y 59 años, desciende notablemente de aquí a 2070 a causa del mantenimiento de las tasas de natalidad por debajo de la de reposición, y de la disminución de las cohortes de mujeres en edad de procrear. Las proyecciones señalan que el grupo de jóvenes -entre 0 y 14 años- permanecerá relativamente constante hasta 2070 al pasar del actual 16% al 15%. En el extremo opuesto, los de 65 y más años, que suponen el 19%, representarán el 29% dentro de 50 años. Incluso los de 80 y más años, que ahora suman el 5%, ascenderán al 13%, una proporción cercana a la de los más jóvenes. En sentido opuesto, la población en edad de trabajar -aquellos entre 15 y 64 años- se reducirá de manera notable del 65% actual al 56%. Las proporciones entre países son similares.
Todo esto se encuentra detrás de otras preocupaciones como la continuidad del sistema público de pensiones, el sanitario y el de cuidados que es mixto: principalmente familiar y los provistos por los servicios sociales. Porque, como resultado de las tendencias en los distintos grupos de edad, la tasa de dependencia por vejez proyectada para la UE se estima aumentará del 29,6% actual al 51,2% en 2070. La tasa se refiere a la relación entre personas de 65 y más años y las de 15 a 64. Así, actualmente la relación de unas tres personas en edad de trabajar por cada persona mayor pasará a ser de alrededor de dos personas en edad de trabajar.
Las medidas adoptadas en algunos países para aumentar la natalidad han tenido un resultado insuficiente. Puede que nadie quiera pensar que quizá no existe «la solución» a lo que las proyecciones señalaban hace 30 y 40 años sin que se hiciese nada, pero ha llegado el momento de hacerle frente. Las personas, las familias, tienen derecho a ser apoyadas para tener los hijos que quieran -que las encuestas indican que son más que los que tienen- porque tienen derecho como ciudadanas y porque, de una vez por todas, debe valorarse económica y socialmente el valor del trabajo reproductivo. Sin el trabajo productivo no puede existir progreso. Pero el progreso se ve lastrado social, económica y cívicamente cuando las familias no tienen tiempo para estar con sus hijos, enseñarles, educarles, orientarles y ofreciéndoles afecto y autoridad, lo que les proporciona seguridad y determinación para desarrollarse como adultos sanos y sociables.
Estamos ante un mundo nuevo y, dado que las tendencias en la humanidad no van en el sendido de aumentar las tasas de natalidad ni la población, en lo que hay que centrarse es en prepararnos para afrontar los desafíos que esas tendencias nos plantean. Contar con la tecnología, que ha hecho que cada vez sean necesarias menos personas en el mercado laboral y que disminuyera el tiempo de trabajo en las sociedades más industrializadas. Pensar en formas nuevas de distribuir la riqueza ingente que se genera en el mundo promoviendo actividades solidarias entre otras, no haciendo regalos por nada... Valorar el trabajo familiar, que interesa socialmente a todos, y pensar en la atención justa y digna de las personas ancianas dependientes, actuando desde ya sin partidismos.
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