Arnaldo Otegi y los dirigentes de Bildu se mostraron eufóricos la noche electoral por los excelentes resultados de su formación. Subrayaba el coordinador general «el histórico resultado», y añadía: «Nosotros crecemos elección tras elección, incluso cuando la abstención se dispara». Y se adentraba en una ... cuestión de calado cuando concluía con un solemne «el cambio ya está aquí», convencido de que los resultados no son algo coyuntural, sino «una tendencia estructural». Este artículo no pretende cuestionar las razones para la satisfacción, sino analizar las afirmaciones de Otegi antes referidas.

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Sobre el carácter histórico de los resultados conviene matizar pues no se corresponde con la realidad electoral de Bildu. Es preciso recordar los resultados de 2012, donde consiguió 277.923 votos. Es decir, casi 30.000 votos más que los obtenidos el domingo. Es decir, no es cierto que Bildu crezca incluso cuando la abstención aumenta. Aunque para ser objetivos también hay que decir que en términos de representación porcentual se ha incrementado pasando del 25% de entonces al 27,85% actual. Tampoco se ajusta a la verdad electoral de Bildu la afirmación de que ésta crece «elección tras elección». Sería engañar. Para ver lo que ha sucedido «elección tras elección», debemos tomar los datos desde el inicio de esta formación en 2011 en forales, generales y autonómicas. Los resultados reflejan una realidad muy distinta a la expresada por Otegi, empeñado en fabricar un proceso lineal de crecimiento, cuando los datos muestran una radiografía de 'dientes de sierra'.

Los mejores resultados de Bildu se dieron en las forales de 2011, fin de ETA, con 273.273 votos, que añadidos a los 37.242 de Aralar nos daría un techo histórico de 310.515 votos. A partir de ahí la tendencia es descendente, siendo las caídas más importantes en las forales de 2015 y las autonómicas de 2016, donde se perdieron más de 50.000 votos.

Esto nos permite entrar a analizar si los resultados del domingo representan «una tendencia estructural» al alza. Sin restar importancia a los resultados obtenidos, éstos no permiten aún construir la tesis de que se está ante la confirmación de una «tendencia estructural», pues la historia electoral lo que nos muestra es una recuperación de un electorado que en 2011 y 2012 les apoyó, pero que a partir de 2015 y 2016 se marchó mayormente a Podemos.

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Existe en las formaciones de izquierda de corte revolucionario una concepción muy lineal de la hegemonía y de los procesos de cambio social y político, donde cada acontecimiento consolida el avance anterior y prepara un nuevo paso adelante. Como un proceso irreversible de acumulación continuada y progresiva de fuerzas, ante el retroceso irreversible de los adversarios. En fin, la ilusión es necesaria en la vida y también en la política, aunque es muy importante no confundir los deseos con la realidad. Analizando en su conjunto los resultados del domingo, no parece que el cambio que representa la izquierda abertzale «ya está aquí».

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