La crisis en el CNI me ha hecho pensar con profundidad en el CNI. Y creo que sus directores deberían aparecer siempre cubiertos con sombreros y gafas de sol, con los cuellos de la gabardina subidos y puede que leyendo constantemente un periódico bien abierto. ... Este en concreto, así se me vería a mí ahí, pequeñito, en la contra. No es un capricho. Es seguridad nacional. De implantarse mi sistema de caracterización, ayer el Gobierno podría haber destituido a la directora del CNI para apaciguar a sus socios de Esquerra limitándose a cambiarle la gabardina y el sombrero y presentándola como su propia sucesora. Jugada maestra. Ni siquiera estoy seguro de que en realidad no fuese eso lo que pasó. ¿Estamos seguros de que la directora saliente y la entrante no son la misma persona? Una se llama Paz y la otra Esperanza. Salta a la vista que son nombres en clave.
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La otra opción, que efectivamente el Gobierno le haya entregado la cabeza de la responsable del CNI a los independentistas, es en el fondo más grotesca. Lo demuestra el hecho de que los independentistas reaccionasen diciendo que con eso no basta y que lo del espionaje no puede volver a ocurrir. Qué curioso: los mismos que presumen de que volverán a hacer lo de la sedición y la malversación exigen dignos, episcopales y magnánimos que lo del espionaje no se repita. Oriol Junqueras debería pasar a la historia como el rey de los humos.
Hay que resaltar que el Gobierno ha destituido a la jefa del CNI porque está muy orgulloso de ella. Eso fue al menos lo que pareció entendérsele ayer a Margarita Robles, que, más allá de insistir en que a Paz Esteban no se la destituye sino que se la sustituye, compareció ante la prensa de un modo novedoso que parecía consistir en enlazar palabras al azar durante periodos de tiempo cada vez más extensos. No es que no contestase una sola pregunta o expusiese una sola idea, es que no se le entendió nada. Las tautologías, las obviedades, los sinsentidos y las apelaciones emocionales a veces hacían pensar en Rajoy, a veces en Antonio Ozores y a veces en Luis Rubiales. Otras veces, las peores, en los tres a la vez. Yo llegué a pensar que la ministra ponía en práctica con los periodistas alguna técnica de hipnosis y control mental proveniente de la CIA. Y me pareció bien, claro. Pero repasen los titulares. No ha debido de funcionar.
REINO UNIDO
Ayer se abrió el periodo de sesiones en el Parlamento inglés y hubo discurso de la Reina. Lo que no hubo fue Reina. Isabel II se ausentó por motivos de salud y el Príncipe de Gales leyó su discurso «con la presencia añadida del duque de Cambridge». Dos futuros reyes encarnaban por tanto la continuidad de la Corona. La corona con minúscula estaba en un cojín, frente al trono vacío y junto a Carlos. Son estos detalles los que hacen que a Jaime Peñafiel le dé el stendhalazo frente a la tele. El Príncipe de Gales tenía ayer peor cara y yo no descarto que la corona estuviese transmitiéndole instrucciones maternas. Ponte derecho. Lee más despacio. Todo hijo está expuesto a la fuerza telepática de su madre, solo que a los demás nos suele hacer de antena un bolso y no una corona imperial que tiene 2.901 piedras preciosas.
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ANDALUCÍA
Pablo Iglesias no está en política y Yolanda Díaz no está en el liderazgo. La frase anterior es falsa. Por eso las elecciones andaluzas son el nuevo escenario de la guerra mundial entre ambos. El episodio inicial ha sido antológico: un supuesto retraso en la presentación de la candidatura conjunta que puede dejar a Podemos, si no fuera de la lista, sí fuera del presupuesto. Qué cosas dijo Pablo Iglesias el lunes desde el exilio mediático al que le someten los poderosos en la radio más escuchada del país. ¡Incluso defendió las primarias! ¡Él! Inmaculada Nieto, candidata de la coalición de izquierdas en la que no sabemos si estará Podemos, denuncia la «testosterona». Y llama a evitar «enredos». Sería mejor que se fuese comprando un casco.
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