Burda estafa
Editorial ·
La sentencia sobre el fraude de Iruña Veleia deja en evidencia el descontrol de las instituciones y la lentitud de la Justiciael correo
Jueves, 11 de junio 2020, 00:44
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Editorial ·
La sentencia sobre el fraude de Iruña Veleia deja en evidencia el descontrol de las instituciones y la lentitud de la Justiciael correo
Jueves, 11 de junio 2020, 00:44
La desesperante lentitud de la Justicia cuestiona su razón de ser. No solo retrasa sin una justificación fundada el establecimiento de la verdad judicial en los asuntos sometidos a su consideración, sino que con ello causa daños colaterales y erosiona su propia credibilidad. Once años ... ha tardado un juzgado de Vitoria en confirmar la existencia de un burdo fraude en el descubrimiento de supuestos hallazgos sobre el origen del euskera y el cristianismo en el yacimiento de Iruña Veleia que en realidad eran una patraña. Las «dilaciones indebidas» en la instrucción han sido consideradas por la juez «una atenuante muy cualificada» que ha rebajado las condenas por el mayor escándalo arqueológico registrado en Euskadi. La sentencia impone una pena de dos años y tres meses de cárcel por los delitos continuados de estafa y falsedad continuada al exdirector de las excavaciones Eliseo Gil y de un año y tres meses a su colaborador Rubén Cerdán. Ninguno de los dos ingresará en prisión.
El fallo describe un engaño monumental financiado con recursos públicos -a través de Euskotren, dependiente del Gobierno vasco, y la Diputación de Álava- por el que grafitos extraídos en el poblado romano fueron torpemente manipulados y presentados como piezas que iban a revolucionar la Historia. Gil o «terceras personas» -describe en un relato demoledor- realizaron chapuceras «incisiones» en 36 piezas para dotarlas «de un pretendido valor histórico-cultural-religioso que no tenían» y presentarlas como pruebas que adelantarían seis siglos las primeras palabras escritas en euskera y localizaban en Álava la primera representación de Cristo en la cruz. Pese a conocer la falsedad de los descubrimientos, el principal encausado avaló su autenticidad mediante informes plagados de mentiras «con la finalidad de obtener un beneficio económico de carácter ilícito».
El fraude deja en evidencia la pésima labor supervisora de las instituciones, que relajaron la prudencia que debe guiar el empleo de los recursos públicos y se dejaron llevar por la tentación del exhibicionismo mediático para presentar como propios éxitos que ni les pertenecían ni eran más que un gigantesco fiasco. La arqueología vasca, repleta de profesionales escrupulosamente rigurosos y con un bien ganado prestigio, no merece ver manchada su reputación por aventureros que anteponen la fama y el dinero a la ciencia.
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