Buesa y Díez, en la memoria
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Veinte años después de su asesinato, aviva el dolor pensar en que la banda terrorista ETA pudo dejar de serlo mucho antesel correo
Viernes, 21 de febrero 2020, 23:59
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Veinte años después de su asesinato, aviva el dolor pensar en que la banda terrorista ETA pudo dejar de serlo mucho antesel correo
Viernes, 21 de febrero 2020, 23:59
Los asesinatos del dirigente socialista Fernando Buesa y del ertzaina Jorge Díez hace hoy veinte años confirmaron que ETA perseguía hasta la muerte a quienes encarnaban ideas contrarias a las de su totalitarismo y a los servidores públicos que velaban por la seguridad de los ... ciudadanos. Ambos se habían despedido de sus seres queridos para encontrarse en su respectivo trabajo minutos antes de que una bomba accionada a distancia acabara con sus vidas. El trayecto que siguieron el exvicelehendakari y su escolta fue por sí mismo una reivindicación de la normalidad frente a la amenaza; un ejercicio de dignidad a pesar del acoso etarra.
El doble asesinato perpetrado por la banda terrorista encerraba también un doble mensaje. ETA estaba decidida a arrebatar la vida a aquellos conciudadanos que se opusieran abiertamente a su dictadura y necesitaba jalonar su camino de barbarie asesinando a Buesa y a Díez para provocar la conmoción que le permitiera mantener cerradas las filas de sus incondicionales. Diez años después ETA dejó de matar, lo que confiere especial sentido a las palabras de Sara Buesa en recuerdo de su padre: «¡Cuántas cosas se ha perdido!».
Hoy la sociedad vasca se debate entre la tendencia inercial al olvido y la persistencia del dolor y la indignación por tan reciente y extrema injusticia. Pero lo que incrementa ese dolor y esa indignación es pensar en que la banda terrorista pudo dejar de serlo mucho antes. Pensar en que el pueblo vasco no estaba determinado inexorablemente a engendrar el horror de tantas décadas. Que Fernando Buesa y Jorge Díez pudieron seguir alegrando la vida a los suyos desde su propia vida.
Hace veinte años el lehendakari Ibarretxe no supo reaccionar ante un doble asesinato acaecido a pocos metros de Ajuria Enea. El contexto no justificaba la impasibilidad, sino todo lo contrario. Hoy, cuando no cabe imaginarse otra Euskadi que la de la convivencia, ningún vasco puede apartarse del homenaje colectivo a la memoria de Buesa y de Díez. De dos vascos que caminaban por Vitoria cuidándose mutuamente, apurando su margen de libertad frente a los liberticidas, temiendo que pudieran ser también sus últimos instantes de vida. No hay consuelo posible; si acaso, alivio. La sociedad entera está obligada a que Begoña Elorza, la madre de Jorge, pueda percibir que los sueños de su hijo se reflejan en una Euskadi mejor.
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