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Buen síntoma y mejor noticia el inicial respaldo ciudadano a la reapertura de los museos, algo lógico por el anhelo de la normalidad después del largo confinamiento y también algo necesario si se tiene en cuenta no solo la función social de estos centros, sino ... igualmente la necesidad de una buena respuesta por parte de la demanda local para garantizar mínimamente su sostenibilidad. Obviamente, si en el caso del Museo Guggenheim el 70% de sus visitantes procede del extranjero, entonces está claro que la caída en sus cifras totales anuales será significativa. Y mucho más, claro, cuando las consecuencias de la pandemia y las restricciones a la movilidad nacional e internacional van a afectar a su temporada alta, es decir, a las visitas en el periodo de Semana Santa y en los tres meses de verano, generando con ello un agujero en sus ingresos ordinarios y hasta un evidente déficit de explotación.
Se dirá que el Museo Guggenheim recuperará pronto la estabilidad en sus niveles de visitantes, la alta autofinanciación lograda durante muchos años, el crédito en su calidad expositiva y hasta su fundamental aportación como elemento tractor en la economía de la ciudad. Pues es posible, sí, pero ello va a depender mucho de su buena gestión y muy especialmente del futuro respaldo presupuestario de las instituciones públicas vascas. Lo primero está garantizado pero lo segundo no tanto, porque da la sensación de que la confianza de esas mismas instituciones en la aportación socio-económica de la cultura es algo puramente discursivo, valioso en la prédica política, pero de prioridad inexistente cuando vienen mal dadas.
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