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Una explosiva polémica y negros presagios rodean al reciente acuerdo técnico entre la Unión Europea (UE) y el Reino Unido (RU) sobre el 'Brexit'. Políticos, ciudadanos y medios de comunicación otorgan de forma unánime a Theresa May el triste mérito de haber unido a los ... habitantes de las Islas en torno al juicio que el borrador del divorcio les merece: un conjunto de proposiciones terribles para los intereses de los británicos, una propuesta intolerable y, de aceptarse, una claudicación vergonzante. En Bruselas, se respira un prudente silencio no ajeno a la convicción del deber cumplido: que el RU tenía que sufrir pérdidas con la desanexión, para que ningún otro miembro de la UE cayese en el futuro en la tentación de seguir su ejemplo.
Vayamos a lo didáctico. ¿Pueden destacarse de entre las 585 paginas del Acuerdo aquellos puntos cruciales que han provocado la reacción de repulsa generalizada del establishment británico? Se puede, aun a riesgo de híper simplificar. Citaremos dos: las consecuencias del 'backstop' (barrera) de las fronteras entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte y las reglas del 'level playing field' (igualdad de condiciones), derivadas de la entrada del Reino Unido en una Unión Aduanera.
En la actualidad, al formar ambas parte de la UE, el tráfico de factores entre la provincia británica de Irlanda del Norte y la República de Irlanda es libre y absoluto. El 'Brexit', una vez convenido, obligaba jurídicamente a la separación –a la erección de vallas y aduanas– entre las dos Irlandas, extremo que ambas partes, UE y RU, han deseado vivamente evitar, para no erosionar el 'Acuerdo de paz del Viernes Santo', que en 1998 puso fin a 30 años de sangriento conflicto en Irlanda del Norte.
Para ello el pacto ideó conferir a Irlanda del Norte un estatus de territorio asociado 'ad hoc' (Unión aduanera). Ello permitiría evitar las fronteras y los aranceles y preservar la circulación de personas, pero en contrapartida Bruselas exigía el sometimiento de la zona a la normativa comunitaria. Obviamente los negociadores británicos no podían admitir la división en trozos de la soberanía nacional, con lo que el acuerdo final optó por extender la Unión aduanera 'temporal' a la totalidad del Reino Unido, siempre con las contrapartidas aludidas. Este acuerdo permanecerá vigente hasta que ambas partes acuerden la modificación futura de dicho 'statu quo'. La Unión aduanera permite el libre flujo de mercancías entre fronteras, pero según el acuerdo, supeditado a que el RU acepte un gran porcentaje de normas comunitarias, en particular las referidas a Ayudas de Estado, fiscalidad beligerante, condiciones laborales y con la prohibición expresa de firmar acuerdos comerciales con terceros países. Estas rígidas condiciones impuestas por Bruselas culminan con el convenio de que la Corte Europea de Justicia será la instancia final de apelación de conflictos.
Puede fácilmente entenderse la consternación de los británicos que consideran el pacto como una traición. Bajo las reglas propuestas, el RU puede quedar atrapado años o incluso décadas en una Unión aduanera en la que carecen de atribuciones regulatorias, sin disponer de capacidad unilateral para abandonarla.
Lo anterior se complementa con las reglas concernientes al 'level playing field' el contrato que garantiza que las contrapartes juegan con unas mismas reglas del juego en lo que se refiere al ámbito de la competencia. Hasta el final del periodo transitorio que se extiende a Diciembre de 2020 la Industria y los Servicios británicos deberán acatar todas las directivas, estándares medioambientales y precios energéticos de la UE sin capacidad de influencia en la normativa vigente y sometida en última instancia a los Tribunales de la Corte Europea de Justicia. A eso llaman los más críticos un tratado de 'vasallaje'.
Los partidarios del 'remain' están obviamente furiosos, pero igualmente lo están los votantes del 'leave'. El sueño del soberanismo se ha roto y, en consecuencia, será muy difícil que Teresa May logre alcanzar el 'sí' mayoritario al acuerdo en las dos cámaras del Parlamento de Londres. La primera ministra jugará la baza de que cualquier alternativa será peor.
Dos menciones finales. La primera que, para los británicos, el abandono de la Unión Europea sin costes no ha sido sino una penosa fantasía. La segunda, que tenemos 'Brexit' para largo.
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