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Se dice que antes de ser proclamado Rey, Juan Carlos de Borbón usó sus influencias para que los países árabes le vendieran a España petróleo a bajo precio durante la crisis del crudo de 1973. Su actuación en el frustrado intento de golpe de Estado ... en 1981, hasta donde sabemos, le convirtió en el monarca constitucional por el que habían apostado todo tipo de reformistas a la salida de la dictadura. Luego, rumores de borboneo salpicaron su plácida biografía: escapadas en moto y amoríos a distancia de Sofía, mucho más profesional en el cargo que él. Un selfie con un elefante abatido en Okavango (Botsuana), con Corina por allí rondando, en vísperas del 14 de abril de 2012, puso punto final a este cuento. La gente andaba apretada y saliendo a duras penas de una dura crisis, el yerno ya había hecho su primer paseíllo al juzgado, a la entonces Reina se le había quedado cara de sota y el monarca se operaba otra vez de su cadera de oro. Al salir del hospital es cuando dijo que no volvería a ocurrir, pero, por lo visto, hablaba solo de elefantes. Luego se complicó todo con la querida -'cherchez la femme', otra vez- y un peligroso espía se metió de por medio. Un párrafo similar a este va a quedar como biografía real y completa del personaje, a falta de lo que pueda pasar en adelante.
¿Qué hacer? Pues algo parecido a lo que se está haciendo. Ponerle tierra (o mar) de por medio, desproveerle de todo rango y representación (y gasto), distanciar a Felipe VI de cualquier relación con él (la historia con el padre, Don Juan, se repite) e instar a la Fiscalía a seguir el caso con más convicción que hasta el presente. Si al final hay que ponerle en busca y captura de resultas de lo que se confirme judicialmente será un marrón de primera. Pero cuando lleguemos a ese río ya buscaremos un puente.
Eso y alimentar un sano republicanismo, que no es la inversa del monarquismo, sino otra cosa harto distinta. En España hemos soportado monarquías por falta de espíritu republicano, liberal. Aunque desde Carlos III, en el siglo XVIII, hasta hoy, todos los monarcas han conocido el exilio, no se consolidó una cultura republicana y esta ha llegado dos veces más por defección histórica de los coronados que por convicción de la mayoría. Hoy pasa parecido. La República no se avizora, ni siquiera en medio de esta profunda crisis. Sus defensores más contumaces se reclutan entre un izquierdismo ineficaz, trasnochado. Y su espíritu ciudadano, comprometido con lo público, exigente del protagonismo y responsabilidad de cada cual, igualitario y neutral hasta el extremo, no ha calado entre la gente. No éramos monárquicos, sino juancarlistas, y ahora nos haremos republicanos por antijuancarlistas.
Si el fugado borbón se ganó el marchamo constitucional en 1981, su hijo tiene ahora la oportunidad de inaugurar una monarquía republicana aprovechando esta fenomenal crisis. No es fácil, y en los últimos meses tampoco ha subsanado los desafueros del padre. La reacción con la Covid 19 fue protocolaria y tardía, fría. La intervención en el pleito catalán no podía concitar la adhesión de todos. En proyección exterior vuela todavía bajo, comparado con el 'savoir faire' (a todos los efectos) de Juan Carlos. Y en su necesariamente discreta intervención en la política nacional todavía no ha consolidado un estilo. La mayor posibilidad para ser el rey de la res publica sigue siendo otra mujer, la suya, y lo que representa. Si sale de esta, tendremos rey para rato, republicanizado. Si no, la crisis constitucional se profundizará también por ese principal flanco.
Vivimos más momentos y procesos históricos de los que somos capaces de metabolizar, pero lo constatable es que la serie televisiva futura de nuestra monarquía está más cerca hoy de 'Torrente 6' que de 'The Crown'. Una pena, pero es así.
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