Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
La imagen del príncipe Enrique desfilando con casco blindado y chaleco antibalas por un campo donde ya no quedan minas está más cerca de la pasarela Moda Uomo de Milán ('looks' más rocambolescos se han visto) que de una genuina acción humanitaria destinada a mejorar ... el mundo. Podría ser también la constatación de que la Historia siempre se repite como farsa, porque por ese mismo campo angoleño (entonces minado) paseó su escultural figura, con idéntico casco y chaleco, la extinta Lady Di. Creo que si Freud levantara la cabeza descubriría que el instinto de matar al padre no es nada comparado con la fijación por resucitar a la madre que tiene Enrique de Inglaterra, ahora atormentado con la idea de que Meghan Markle acabe como Diana de Gales.
¿Divorciada y con un novio millonario musulmán? No. La obsesión de Enrique va por otro lado. Teme que a su mujer la aniquile la misma prensa sensacionalista que, a su juicio, se cargó a su madre. El príncipe ha iniciado una cruzada personal contra los tabloides británicos interponiendo varias demandas. Y no seré yo quien defienda a esos tabloides, pero creo que alguien debería explicarle a Enrique dos conceptos muy sencillos. Uno, que el vedetismo tiene un alto precio. Y dos, que a su madre la mató la velocidad, el viajar sin cinturón y la insensatez de un chófer suicida bajo los efectos del alcohol, no los paparazzi.
El agobio de Diana ante el obsesivo interés que despertaba en la prensa es hasta cierto punto comprensible, aunque también tenía mucho que ver con la utilización que ella misma hacía de los medios cuando le interesaba. Conviene recordar además que lo que disparaban sus perseguidores no eran balas, sino flashes que jamás la hubieran matado de haberla alcanzado. La que se puso en la tesitura de 'la foto o la vida' fue ella, pidiéndole al chófer que acelerara. Pero supongo que para Enrique es menos doloroso matar al mensajero que enturbiar la memoria de su madre. Le conviene más vivir en ese mundo paralelo donde la prensa es el frustrado y pérfido Joker y él, una suerte de Batman dispuesto a salvar al mundo. «Aferraos a vuestros sueños», les recomendó a unos adolescentes sin recursos sudafricanos... Justo antes de meterse en su lujoso coche blindado.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.