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Miles de catalanes siguen protestando contra la sentencia del Supremo que condena por sedición a los líderes del fallido 'procés' catalán. Una condena que no comparten y que muchos tampoco entienden. Tengo la fundada sensación de que no sólo se ha echado a la calle ... ese 47% de votantes 'indepes'. También ciudadanos que respaldan en las urnas a En Comú Podem o al PSC-PSOE.
Y es que creo que el independentismo va ganando la primera batalla por el relato en el Principado. Los líderes secesionistas no han sido condenados por poner urnas, sino por vulnerar la ley. Y por actuar como si la mayoría absoluta de los catalanes estuviera con ellos, cuando está contra sus tesis.
Esto tan sencillo de comprender no lo asumen decenas de miles de catalanes. Urge persuadirles o difícilmente se podrá encauzar el problema. Luego están los gravísimos episodios de violencia de estos días. Actos que las instituciones deben reprimir, pero con mesura. Lo contrario sólo alentaría a los extremistas. En este sentido resulta vergonzoso el comportamiento del expresident Puigdemont y de su valido Torra. Incapaces ambos de condenar sin circunloquios los actos de kale borroka de CDRs y seguidores de ese oscuro Tsunami Democratic que huele a entente mafiosa del independentismo.
Muchos pensamos que el fallo del Supremo podía operar como pegamento de las enormes grietas que presenta el movimiento independentista. No ha sido así. Las algaradas de estos días pueden ayudar a ocultar la realidad. Pero es evidente que la pretensión del dúo Puigdemont-Torra de incidir en la vía unilateral no cuenta con el aval de ERC ni del PDeCat.
Puigdemont no hizo caso a en su momento a Urkullu, renunció a convocar elecciones e insistió en la vía unilateral por la presión de ERC. Sobre todo de Gabriel Rufián y de la huida Marta Rovira. Hoy los republicanos exigen comicios anticipados con la esperanza de hacerse con el poder y buscar una vía bilateral de acuerdo con Madrid. Una posibilidad que president y expresident rehuyen como si fuera la peste, como se ha visto esta semana con el anuncio de Torra de convocar antes de que acabe la legislatura otra consulta ilegal. Anuncio que realizó a espaldas de sus consellers. Ilustrativo.
En la tormenta catalana se libran muchas batallas cruzadas. Como en el conjunto de una España con la mirada puesta ya en los comicios del 10-N. Faltan apenas tres semanas para que regresemos a las urnas por expreso deseo de Pedro Sánchez. El líder del PSOE quería jugársela con Cataluña como casi único argumento. Y en eso estamos. Sánchez se ha reubicado en el centro, en la moderación, en máximo defensor del Estado de derecho, como si no hubiera llegado a La Moncloa gracias, también, a los votos del independentismo. A su lado, Vox pidiendo el Estado de excepción; Ciudadanos, la aplicación del 155, y el PP, la ley de Seguridad.
En veintiún días veremos si la estrategia le funciona o no. Influirá que el Gobierno Sánchez pueda aguantar con su mensaje moderado o se vea obligado a endurecer su posición porque el extremismo campa a sus anchas por Cataluña. Quién y cómo se haga con el poder en Cataluña y en España podría ser determinante para que se abran, a medio plazo vías de solución al contencioso. Si es así, seguro que Ibarretxe no aparece en la foto. Lo suyo -se vio en su mandato, tras el asesinato de Buesa y esta semana cortando carreteras con Torra- es estar con quienes dividen y crispan.
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