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El terrorismo yihadista no entiende de otra cosa que no sea matar. Cualquier lugar donde se hallen seres humanos les viene bien para llevar a cabo una sangría. Ahora le ha tocado esta desgracia a Barcelona, una de las pocas grandes ciudades europeas donde el ... fanatismo terrorista todavía no se había ensañado contra las primeras personas inocentes que les salían al paso. Antes ensayaron su odio criminal en diferentes lugares y por diferentes sistemas de matar: Nueva York, Madrid, Londres, París, Bruselas, Berlín, Niza… A los terroristas del Daesh o Al Qaeda, tanto da, les da lo mismo.
Empezaron estrellando aviones y colocando bombas de gran potencia, pero ese sistema se ve que les resultaba complicado y ante el incremento de las medidas de seguridad han optado por algo más simple. No precisan armas de fuego ni artefactos explosivos para ejecutar masacres; tampoco necesitan fijarse objetivos complicados para salvar los sistemas de autodefensa ciudadana que se han venido implantando. Les sirve un simple vehículo de transporte, de tantos como nos abastecen a diario circulando por nuestras calles, unas personas que se mueven tranquilamente en su actividad cotidiana sin imaginarse que pueden ser arrolladas y unos desquiciados dispuestos a inmolarse.
A los yihadistas, como a todos los terroristas, no les importan las vidas ajenas, pero en su caso más grave aún es que no les importa la vida propia con tal de sembrar el terror contra quienes consideran enemigos de sus creencias y practicantes de unas costumbres diferentes que quieren erradicar. Su sed de venganza indiscriminada y su desprecio por su propia supervivencia son las dos ventajas con que actúan en esta guerra cobarde en la que las fuerzas de seguridad poco pueden hacer.
Pronto empezarán especulaciones sobre el por qué y el ahora en Barcelona. Difícilmente alguna tenga sentido. La lógica de los fanáticos de la yihad no responde a ningún patrón homologable a los nuestros. Igual que esta vez el escenario de la masacre fue Barcelona, lo fue antes en otras ciudades y por desgracia seguramente la capital catalana no será la última. Algunas filtraciones aseguran que las fuerzas de seguridad, incluidos los Mossos de Esquadra, habían sido alertados por la CIA sobre el peligro. Es probable. Ha ocurrido otras veces y la amenaza sobre Barcelona no habrá sido la única.
En Barcelona se han descubierto frecuentemente células del terrorismo islamista, es cierto. Pero en la práctica eso no significa nada especial. Este atentado podría haberse producido en cualquier otro lugar de España o de otro país. Barcelona es una ciudad atractiva para los visitantes y en estos últimos tiempos está de actualidad en los medios internacionales. Quizás, puestos también a especular, fue la elegida en esta ocasión por los ingredientes que el atentado podría añadir a su repercusión internacional. Pero esta especulación seguramente es demasiado imaginativa para que pudiera proceder de unos cerebros lavados y obnubilados por su odio hacia quienes no compartimos la fe que les confiere el derecho a matarnos.
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