Bajo secreto
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CONGRESO ·
Entre Rufián y las filtraciones, tenemos la versión extraoficial de los secretos oficialesSi la mera posibilidad de que un secreto sea oficial ya es extraña, una comisión parlamentaria dedicada al asunto es el festival de la paradoja. «Esto es secreto, ¿eh?», debería recordarse todo el rato en la comisión de secretos oficiales. «No hemos oído nada», deberían ... responder constantemente los participantes, haciendo el gesto de cerrarse la boca con una cremallera.
Ya se ve que sería raro. Pero eso no quita para que las democracias tengan que organizarse de algún modo con los asuntos peliagudos y aclararles a los partidos ciertas cosas que al mismo tiempo conviene que sigan en la sombra. Que, tras el escándalo Pegasus, la comparecencia de la directora del CNI en una comisión en la que debutaban los socios más extraordinarios del Gobierno no iba a ser discreta se veía venir. Concretamente, desde que Gabriel Rufián se enteró de que iba a poder interrogar él a la jefa de los espías y comenzó a escandalizarse de que eso sucediese sin cámaras. Fíjense que yo creo que lo hacía con sincera convicción audiovisual. Algo que en su caso es indistinguible de la convicción política. Eso explica que al salir de la comisión secretísima y ver ahí a los periodistas, improvisase una rueda de prensa en la que recordó que no podía revelar nada mientras informaba que detrás del espionaje o está otro país o están organismos estatales ajenos al CNI. Madre mía. Cuando se dio cuenta de que se estaba metiendo en un lío, Rufián intentó dar a entender que solo decía cosas que ya se habían filtrado. Como si fuese lo mismo una filtración anónima que la declaración de un diputado en la puerta de una comisión. Aquello recordaba a una escena de 'Wodehouse' en la que Bertie Wooster ve a una amiga que se comporta extrañamente y se acerca a ver qué le pasa. «¿Sabes guardar un secreto?», le pregunta la mujer. «No», contesta el buen Bertie. Y su amiga se resigna: «Bueno, da igual, si lo va a publicar todo el 'Morning Post' en un par de días». Pues eso: entre Rufián y las filtraciones, de la comisión de secretos oficiales tenemos al día siguiente una idea extraoficial y aproximada. Y lo más increíble es que, tras dos semanas increíbles llenas de ruido y confusión, volvemos al lugar inicial, con el Gobierno teniendo que explicar cómo mete en la dirección del Estado a gente a la que el Estado investiga porque entiende que suponen una amenaza para el Estado.
GALÁN
Ignacio Galán hablaba ayer en un acto en Sagunto e hizo un paréntesis -lo hizo tal cual, con las manos- para llamar tontos a los ciudadanos que tienen contratada la luz con tarifa regulada. El golpe que debió de oírse a continuación fue el jefe de marketing de Iberdrola cayendo al suelo redondo, inerte, como un saco. Menos mal que, al estar en un sarao del sector, no tardaría en llegar el desfibrilador y la descarga. Entre los diez millones de consumidores a los que Galán llamó tontos, hay por supuesto clientes de su propia compañía que hoy estarán satisfechos con el trato personalizado. Los tontos del mercado libre pueden consolarse recordando que, cuando el precio de la luz no era un caos, a los tontos los pasaba al mercado libre, puerta a puerta, un comercial feroz y frecuentemente fraudulento.
PERSONAL
Es infalible: sale el tema de la inteligencia artificial y alguien concede que el algoritmo podrá ser eficiente y poderoso, pero nunca humano. Es una idea tranquilizadora. También una que se tambalea en cuanto ves cómo ya hay modelos de inteligencia artificial capaces de escribir un relato o de pintar un cuadro con los motivos y el estilo que se les indique. También de explicar, o sea, de entender, por qué un chiste que se les propone es gracioso. Si tenemos en cuenta que el humor es una de esas cualidades que suponemos exclusivamente humanas, tampoco extraña que el algoritmo se utilice ya en la selección de personal. Que la entrevista final sea como el interrogatorio de 'Blade Runner', pero al revés, igual es solo cuestión de tiempo.
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