Avance retrovisor

A los ecologistas también les parece que la Cumbre de Glasgow ha servido para prorrogar lo improrrogable. A mí me parece que la visión ecologista es superficial y severa. En realidad, la Cumbre de Glasgow ha servido para reconocer que se está fallando al prorrogar lo improrrogable. Y prorrogarlo después, claro, medio de milagro y a las tantas, con un indio al parecer llorando, pero por unanimidad y con países como Arabia Saudí, India, Sudáfrica o Venezuela amenazando con el bloqueo. Son países que van fuerte con los combustibles fósiles y llegan a contaminar incluso más que usted cuando no recicla bien unos yogures.

Tras finalizar el encuentro de Glasgow, Greta Thunberg concluye que todo ha sido «bla, bla, bla», que es lo que ya concluyó cuando el encuentro apenas comenzaba. La joven sueca dice por tanto lo que cualquier señor español de cierta edad: «Ya os lo dije yo». António Guterres, el secretario general de la ONU, que es portugués pero cuando habla del clima parece milenarista, lo que les dice a los jóvenes es que sabe que están decepcionados, pero que el progreso nunca suele ir en «línea recta». Pues tampoco sé si lo entenderán los jóvenes: el Apocalipsis pisándote los talones y tú huyendo pero no a toda velocidad, sino andando como Chiquito.

La cumbre de las lideresas del sábado en Valencia arrastra problemas de 'naming'. Está cuajando 'cumbre', que es un sustantivo femenino, pero hay en él gran carga patriarcal. Las cumbres las hacen siempre los estadistas alfa y era nada menos que El Fary, icono testosterónico ibérico, el que utilizaba todo el rato la expresión «estar cumbre», que tiene además trazas taurinas, hasta dónde vamos a llegar. Juntanza, matria, gineceo o apapacho (abrazo con el alma) habrían sido formas creativas de esquivar la designación directa y obvia, que es, por supuesto, 'podemicidio'. La vicepresidenta («presidenta, presidenta») Díaz dijo en Valencia que comienza algo maravilloso. En Podemos contestaron a nivel provincial y tuitero: «Desde lo pequeño, lo cotidiano, soñamos en grande». Suena a intento por salir del paso, pero puede ser el inicio de las hostilidades: la prueba de que se puede resultar aún más cursi.

Ayer la prensa inglesa amaneció con el diario manuscrito de una antigua amante de Boris Johnson. En él se describe al por entonces alcalde de Londres presumiendo de que «aplasta» a su equipo cuando le avisan de que no puede ayudar así a la empresa de su amiga. La corrupción rodea al 'premier', pero lo que sorprende es la desfachatez, la normalización del cuajo trumpista. Johnson es más que capaz de decirle al país que su examante no es de fiar, sino la clase de persona que acepta liarse con él para que la promocione con dinero público.