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Cuatro elecciones generales en cuatro años. Ahí queda eso. Un retrato nada favorable para la clase política. No es de extrañar el hartazgo de la ciudadanía. Algo de hartazgo se deja ver también en los candidatos. Quizás sea simple cansancio. No ya por una campaña ... que, aunque en este caso dura solo ocho días, de hecho es continua desde la que precedió al 28 de abril, sino por la permanente vuelta a la noria con las mismas o similares consignas, buenos propósitos, promesas, advertencias sobre las maldades de los rivales... De tan repetido en poco tiempo, casi todo suena a soniquete. A desgastada melodía. Pareciera que incluso a sus propios autores, que encadenan argumentos y frases más o menos ocurrentes con una decreciente convicción. Como si ellos mismos pusieran en duda si esta vez, por fin, servirán para algo. Si lo que se ha dado en llamar «bloqueo» acabará el 10-N o harán falta otros comicios por una falta de entendimiento que los partidos quizás puedan explicar, pero que resulta injustificable.
Aitor Esteban, portavoz del PNV en el Congreso, lo puso blanco sobre negro en el encuentro de ayer en EL CORREO: «Si todos los líderes nacionales dijeron la verdad en el debate del lunes, vamos a unas terceras elecciones». «En ese caso nos tendríamos que marchar todos a casa», confesó el socialista Patxi López. Difícil de objetar. La cuestión es si alguien está dispuesto a reconocer errores y a corregirlos. Porque, según las encuestas -todas, salvo la del CIS de Tezanos, siempre tan original-, el nuevo arco parlamentario lo pondrá aún más difícil: menos opciones para la investidura y para formar un Gobierno estable. Salvo que lo que queda de campaña incline la balanza hacia un lado. Que todo puede pasar.
Pedro Sánchez o Pablo Casado. Ésa es la cuestión una vez desactivadas las ínfulas de la 'nueva política'. Un eventual pacto 'a la alemana' entre ellos dos está descartado. También, aunque ya veremos, que el segundo en las urnas facilite la investidura del primero, lo que no garantiza necesariamente la tan ansiada estabilidad, sí la pérdida de influencia del PNV y otros grupos.
Puestos en esa tesitura, el nacionalismo vasco, EH Bildu y Podemos lo tienen claro: Pedro Sánchez. Con distintos grados de entusiasmo, eso sí, y una confianza desgastada en el presidente en funciones, cuya gestión de los resultados del 28-A no entienden. En especial, la repetición de los comicios tras el frustrado intento de Gobierno de coalición entre el PSOE y la marca morada, que desató ayer un encendido intercambio de reproches entre Roberto Uriarte y Patxi López.
Aunque está dispuesto a «facilitar las cosas», el PNV exige con toda lógica que el candidato del PSOE concrete «qué políticas quiere hacer» y se trabaje una mayoría sólida para desarrollarlas en vez de sugerir que los demás le faciliten el camino de la investidura y luego ya se verá. Ya hemos visto lo que esa opción da de sí. «Falta seriedad», resumió Aitor Esteban, quien echó en cara a Sánchez su último volantazo ante la crisis catalana: introducir de nuevo en el Código Penal el delito de convocatoria de referéndum ilegal. Lo retiró un tal Zapatero en 2005. El PP había exigido su reposición tras defender su eficacia para que el Plan Ibarretxe no fuera más allá de lo que fue.
Hablando del PP. Por mucho que Bea Fanjul insista -es lo suyo- en que «a los vascos les ha ido mejor» con ese partido en La Moncloa, el miedo a un Gobierno de «las tres derechas» es el gran argumento con el que el nacionalismo -incluido el socio de Rajoy hasta hace nada- y la izquierda intentan movilizar a sus votantes. Sobre todo, después de que Santiago Abascal expusiera con toda su crudeza en el debate de televisión el programa populista de trazo grueso y xenófobo hasta la náusea con el que Vox se ha disparado en las encuestas. Si por él fuera ilegalizaba no solo al PNV -un disparate que se comenta solo-, sino al Athletic y la Cofradía de la Boina.
La elección es «democracia o autoritarismo», resumió Oskar Matute. Bueno, habría que matizar qué entiende la izquierda abertzale por esos conceptos, que no será exactamente lo mismo que la RAE.
Lo único que está claro a cuatro días del 10-N es que nada lo está. A la vista de los mensajes de los candidatos, ni siquiera que no vayan a repetirse las elecciones. No es posible tanta falta de responsabilidad. Que lo arreglen, ¡por favor...! Es su trabajo.
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