Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Llámenlo prejuicio, pero me cuesta creerme a una activista metida en el cuerpo de la muñeca Barbie. Me resulta tan chocante como imaginarme a Arturo Fernández con pendiente de pirata y pañuelo palestino al cuello. Ya sé que hoy día existe la Barbie LGTBI (y ... griega y zeta), la Barbie feminista y hasta la Barbie Frida Kahlo (que si levantara la cabeza iba a necesitar una botella entera de tequila para superarlo). Está la Barbie astronauta y la Barbie astrofísica. Porque ahora esta muñeca está dispuesta a abanderar todas las batallas (la pacifista, la animalista, la igualitaria) sin renunciar a ser lo que ha sido siempre: una 'modeluqui' diseñada para seducir. Algo parecido me ocurre con Amal Clooney... Llámenlo prejuicio, pero me cuesta ver en esta mujer con cuerpo de Barbie, vicios de multimillonaria y maneras de estrella de Hollywood, a esa abnegada defensora de los débiles, a esa guerrillera de los derechos humanos... ¿Que no debería ser incompatible? Vale, quizás no. Pero chirriante es un rato.
Ver llegar a Amal Clooney con un bolso de 2.000 euros y unos pendientes de 5.000 a una conferencia sobre las miserias de los campos de refugiados o el hambre en el mundo me remite inevitablemente al humor de Tip y Coll. Y, en concreto, a aquella absurda y demoledora parodia sobre la burocracia en la que un funcionario de ventanilla le notificaba a un sufrido ciudadano que aún debía presentar «cien mil pesetas en pólizas para el certificado de pobreza». A Clooney, una feminista que curiosamente ha renunciado a su apellido para adoptar el del marido (práctica habitual pero no obligatoria en Estados Unidos), más que faltarle, le sobran muchos millones de dólares para el certificado de pobreza. Ser rica, evidentemente, no es un delito. Pero aquí no se trata tanto del qué sino del cómo... Y la fabulosa mansión que la pareja posee en el Lago di Como da cuenta de su ostentoso estilo de vida.
Amal dará unas charlas la semana que viene en Barcelona y para verla habrá que pagar mil euros. No dudo que sea una abogada brillantísima pero, puesta a dejarme engatusar por un Clooney, prefiero ver a su marido en el cine, que también es pura ficción y me ahorro 992 euros.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.