El Euromillones del viernes: comprobar resultados del 31 de enero

El príncipe Harry asistió a la boda de su hermano, el actual príncipe de Gales, con el pene congelado a consecuencia de una marcha benéfica por el Polo. Es otra de las revelaciones que hace Harry en las memorias que le ha escrito J. R. ... Moehringer con su prosa Pulitzer y altamente emocional. Cómo ha debido de ser ese cheque, John Joseph. El cheque de las grandes esperanzas. Pero no nos distraigamos. Si sumamos el episodio del pene gelato a otros que refieren el consumo de cocaína, la pelea con William, el amor de su padre por cierto osito de peluche o el debut sexual con una mujer aficionada a los caballos que trató al joven Harry -tras un arbusto- como a un prometedor semental, se confirma que el hijo menor del rey Carlos va a hacer de su pariente el duque de Windsor un hombre de Estado. Una especie de Disraeli que, eso sí, iba mucho al sastre.

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A diferencia del efímero y tarambana Eduardo VIII, Harry es un emprendedor. Se ha instalado en Estados Unidos por negocios, para triunfar en la rentabilísima industria de la lástima. Utiliza como materia prima a su familia, lo que en este caso implica explotar como consumible la Corona del Reino Unido, o sea, la jefatura de Estado de un país que se distingue últimamente por su estabilidad. «Traición definitiva», titulaba ayer 'The Sun'. No era una metáfora. El tabloide acusaba al príncipe de exponer a posibles represalias a sus compañeros de armas al contar en su libro que mató a veinticinco talibanes cuando sirvió en Afganistán. «¿Hay alguna lealtad que no rompa a cambio de dinero?», se pregunta un diputado 'tory' que fue militar y estuvo en la Guerra del Golfo. La respuesta es que parece que no.

Y, si eso es espectacular, lo es más ver cómo hay quien le compra a Harry su mercancía, reconociéndole el sufrimiento insoportable del hermano pequeño y elogiándole la nueva masculinidad de quien reacciona a una supuesta agresión física llamando de inmediato al terapeuta. No queda nadie cuerdo en la sala. La indefensión de la época ante la milonga jeremíaca es ya máxima si en serio va a aceptarse la patraña de que el príncipe es una víctima. Porque como se sabe nada hay peor que el privilegio. Ni suerte más esquiva que la que te lleva a nacer en un palacio. En el de Kensington, concretamente.

Marihuana

Misma moneda

El mismo año que el Parlamento dio vía libre al uso terapéutico de cannabis, un crimen en Carranza nos reveló la situación de un municipio cada vez más condicionado por la abundancia de plantaciones ilegales de marihuana. Ambas cosas no tienen nada que ver. Como no tienen que ver las caras de una misma moneda. Antes o después, el ciudadano podrá ir a la farmacia a por el cannabis que se le recete para uso medicinal. Pero ahora mismo hay vecinos de Carranza que no pueden ir a pasear por el monte porque les sale alguien con una escopeta y les amenaza como en el Far West. Preocupa que España esté relevando a los Países Bajos como origen del tráfico de cannabis y marihuana en Europa. No debería permitirse que en Carranza emanase la más mínima autoridad paralela desde las plantaciones. Una sociedad adulta y eficiente afrontaría en algún momento que la prohibición es un fracaso alargado en el tiempo.

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Propinas

Confusión

Lo de las propinas es un lío. Habría que hacerlas obligatorias. O prohibirlas. Pero aclararse. Es que en cada país es una cosa. Y dejar propina en un restaurante es correcto, pero hacerlo en una comisaría es delito. Al final, no sabes a qué atenerte. Otra opción sería respetar el origen grecolatino del término. De ese modo, el camarero emplearía de inmediato la propina en beber a la salud del cliente. Y el cliente solo podría pedir otra ronda para devolverle el brindis al camarero. Al pagar, dejaría otra propina. Y así hasta que lleguen las ambulancias.

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