Un alivio lacerante
Editorial ·
La justicia aplicada a Pablo Ibar no puede resultar incuestionable cuando siempre ha pendido sobre él la pena capital y el caso aún ofrece dudasEL CORREO
Viernes, 24 de mayo 2019, 00:55
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Editorial ·
La justicia aplicada a Pablo Ibar no puede resultar incuestionable cuando siempre ha pendido sobre él la pena capital y el caso aún ofrece dudasEL CORREO
Viernes, 24 de mayo 2019, 00:55
La condena a cadena perpetua impuesta a Pablo Ibar constituye un indiscutible alivio para el preso de origen vasco y para su familia no solo porque la alternativa a la que se enfrentaba era la pena capital, sino porque la Justicia estadounidense ya no podrá ... volver a enviarle al corredor de la muerte por el triple asesinato por el que ha purgado ya un cuarto de siglo en la cárcel. La situación de Ibar había llegado de nuevo a un momento tan crítico, tan al límite, que es humanamente comprensible el bálsamo, por durísima que resulte la pena a perpetuidad, con que la resolución del jurado de Florida ha sido recibida por el reo, sus allegados y toda la ciudadanía que considera una aberración el ajusticiamiento en nombre de la ley. Y sigue siendo humanamente comprensible que los Ibar peleen hasta donde les alcancen las fuerzas y los recursos para intentar revertir la condena consumiendo los mecanismos de apelación con que aún cuentan.
Pero sin entrar a valorar la entidad de las pruebas que han sentenciado al preso, y partiendo de la base de que cualquier proceso penal ha de ir orientado al resarcimiento efectivo de las víctimas y sus deudos, el caso de Ibar desborda los márgenes de una Justicia que no ha parecido lo suficientemente limpia como para resultar incuestionablemente justa. No puede serlo cuando siempre ha pesado sobre el procesado la amenaza de acabar ejecutado por el propio sistema que debe velar por su legalidad, sí, pero por una legalidad que tendría que ser tan respetuosa con los derechos humanos como para no institucionalizar el 'ojo por ojo'. En un interminable proceso plagado de sobresaltos y cuya verdad judicial -la atribución del crimen a Pablo Ibar- continúa suscitando dudas más allá de su propio equipo de defensa, el condenado lleva ya, a sus 46 años, más tiempo entre rejas que los que vivió como un hombre libre. El cambio de la pena de muerte por la condena a perpetuidad representa, en efecto, un respiro; un respiro lacerante. Pero ambas opciones siguen dibujando un modelo de justicia que no solo arriesga lo máximo -la vida de inocentes- si se equivoca. También obstaculiza las opciones de recuperar para la sociedad a quienes delinquen gravemente, previo reconocimiento y compensación a las víctimas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.