Aliviar el dolor

Fue hace un año cuando el Congreso acordó a petición del PNV la creación de una comisión para regular el uso medicinal del cannabis. Durante estos meses, Podemos, Más País y Esquerra intentaron sin éxito que la regulación fuese integral y alcanzase al consumo recreativo. A sabiendas de que la consecución de una mayoría lo suficientemente amplia y transversal iba a resultarles imposible, el movimiento tenía mucho de autoafirmación. Y ha sido respondido de forma equivalente por algunos rivales que con enorme finura han comenzado a incluir los porros entre los elementos que no pueden faltar en la crítica política del momento. Todo apunta a que el siguiente elemento a incorporar a ese desastre son los libros que incitan a la masturbación infantil compulsiva. Dejando a un lado que la clase política debería entender que los ciudadanos no estamos todos lobotomizados, es una vergüenza que el país no pueda intentar tener debates serios sobre asuntos distintos. Entre los enemigos de las drogas, es curioso, destaca últimamente Isabel Díaz Ayuso. Lo hace demostrando lo evidente: el amor ese suyo tan intenso por la libertad es sobre todo un cuento.

Después de insistir por tierra, mar y aire en que no iba a dimitir tras ser imputada por su gestión en el caso de los abusos de su exmarido a una menor tutelada, Mónica Oltra dejó ayer la vicepresidencia de la Generalitat y el cargo de diputada en las Cortes valencianas. Lo hizo en una reunión de la dirección de su partido a la que aseguró que no iba a ir. Y después de exhibirse saltando y bailando el sábado, con un sombrero naranja, en una fiesta que según Joan Baldoví no fue una fiesta, sino un acto contra la corrupción del PP. Bueno, pues un acto contra la corrupción del PP con música, baile y sombreros. Mónica Oltra parecía allí felicísima. Ayer, en cambio, apareció vencida y desencajada, diciendo cosas asombrosas y evitando lo importante: ¿qué hacemos con la presunción de inocencia de la gente? De toda la gente. Ves a Oltra y no entiendes nada. Excepto que, políticos como los de Valencia, en pocos sitios. Respect.

La disidencia juvenil de la izquierda abertzale se encerró el lunes en el Ayuntamiento de Hernani porque al parecer no les dejan poner una txosna en las fiestas. El mismo lunes abandonaron el encierro para no calentar el ambiente en el pueblo. Y el martes, como es lógico, montaron en el pueblo la txosna por su cuenta fuera del recinto festivo pero con intenso calendario de actividades: jueves, degustación de cerveza; viernes, pintxo pote. Es por supuesto lo que parece. Se busca el 'casus belli' del verano. Vamos a echar mucho de menos a Georgie Dann.