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Cathie Jung con su corsé.
Rejas de seda

Rejas de seda

L. I.

Viernes, 10 de junio 2016, 12:40

El corsé aprisionó a las mujeres durante más de tres siglos. En el XVI, iban envarillados por delante y, en el XVII, se ceñían con unos cordones sobre el plexo solar hasta que el cuerpo aguante. Cien años después se ajustaron por detrás, lo que ... exigía la ayuda del servicio. Para solucionar esa dependencia, nació el corsé de la perezosa: gracias a su ingenioso mecanismo, la dueña lo acoplaba al cuerpo sola. Hubo piezas de auténtica ingeniería que mezclaban ballenas, refuerzos, brocados y sedas. Los hacían los sastres, a quienes se adjudicaba la fuerza necesaria para coser las rígidas estructuras y tejidos. Ellos decidían el aspecto, la postura y la incomodidad final de las mujeres, y tenían un total acceso a su intimidad en la toma de medidas y las pruebas, lo que daba pie a bromas y burlas de todo tipo. Ésta será una de las razones por las que, a partir de 1675, a las modistas se les otorgue licencia para hacer corsés: ya no está bien visto que a las mujeres las vista el sexo opuesto. En 1782 las costureras ya pueden trabajar sin restricciones y se adueñan de las vestimentas femeninas mientras los sastres se centran en las de los hombres.

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