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Como es habitual cada 21 de diciembre, los bilbaínos festejaron por todo lo alto el reencuentro con su santo favorito. Este jueves, de nuevo, cumplieron con una tradición que año tras año permanece inmutable: devoraron talos de chorizo mientras la grasilla derramaba por sus labios, ... escanciaron sidra como si fueran profesionales (aunque muchos no tuvieran idea alguna) y recorrieron cada puesto de El Arenal en busca de los más selectos manjares.
Miles de personas aborrotaron el mercado desde primera hora, y todas ellas previstas con chubasquero o paraguas por si la lluvia decidía aparecer y poner orden en la fiesta. Lo hizo, pero de forma tímida y a media mañana. «¿Quién tiene miedo a cuatro gotas?», se reía Izaskun Barrio, una bilbaína de 63 años que cada 21 de diciembre se junta con sus amigas en El Arenal. Mientras a primera hora ultimaron las compras navideñas en el mercado -«lo hemos saqueado»-, dedicaron la tarde a potear por el Casco Viejo.
Este día para muchos es la excusa perfecta para reunirse con la cuadrilla antes de las navidades, pero hay casos en los que se ha convertido en un plan familiar ineludible. «Me he pedido el día libre, es el mejor momento de la Navidad. Llevamos 15 años viniendo juntas y no podía faltar», exclamaba entusiasmada Itziar Arandia junto a su madre mientras mostraban su vestido tradicional. «¡Lo hemos hecho todo a mano!».
A unos metros de ellas se encontraba la familia Fuentes. Para ellos es «un ritual» juntarse un rato en 'santoto', aunque sea a comer un talo y «echar un brindis». Es su «primera reunión navideña», aunque no todos los participantes marchan a la misma hora. «Después de comer, los que ya tienen una edad suelen irse a echar la siesta y los jóvenes nos quedamos con nuestras cuadrillas», confesaba Nerea Fuentes, la pequeña del grupo.
El entusiasmo que mostraban los locales poco tenía que envidiar a aquellos que visitaban la feria por primera vez. Jinyun Lee, procedente de China, estudia castellano en Bilbao y acudió a la feria con sus compañeros de clase. «En nuestro país no hay nada parecido», explicaba mientras comía trozos del queso Idiazabal que acababa de comprar como si fueran palomitas. Aunque pasaron la mañana deambulando entre piparras, alubias y calabazas, también tuvieron tiempo para acercarse al espectáculo de herri kirolak. «Solo nos queda la fiesta, ¿cuándo empieza?», se preguntaban.
Y es que en 'santoto' la frontera entre la feria agrícola y la juerga intensiva es invisible. Aunque por el ambiente que se genera se puede sospechar que la fiesta empieza cuando cae el sol (con la llegada de hordas de jóvenes cargados de bolsas de plástico) la realidad es que esta arranca cuando cada uno quiera. Es el caso de Oihane López y Ane Lyuba, dos estudiantes de psicología que en cuanto acabaron un examen -«nos ha ido fatal, necesitamos distraernos»- empuñaron una botella de sidra y pusieron marcha a El Arenal. «Es nuestro primer 'santoto', no sabemos qué esperar».
Pues hay veces en las que lo mejor es escuchar la voz de la experiencia. Iñigo Otxaran presumía ayer de ser «un profesional de Santo Tomás», ya que ha acudido a todos desde hace 20 años. ¿Y cuál es la clave para disfrutarlo? «Bajar en automático, dejarse llevar».
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