El verdadero peligro de los radares de semáforo: multas de 500 euros y 6 puntos de carné

Los radares ya forman parte del paisaje de la carretera. Son tan habituales que el conductor se sabe de memoria su ubicación. Al menos, los cinemómetros fijos que la DGT tiene repartidos a lo largo del mapa nacional. Eso sí, el gran temor está en los radares móviles, cada vez más ocultos en las principales carreteras y con la ayuda del Pegasus desde el cielo. El objetivo es multar a los conductores que siguen usando el móvil mientras conducen.

Pero desde hace un tiempo, los radares también han llegado a las ciudades y pequeñas localidades. El verdadero peligro no es encontrarse en el centro de la ciudad a un coche patrulla oculto con una cámara, sino el radar ubicado detrás del semáforo.

Estos dispositivos no solo saltan si se sobrepasa la velocidad límite, cada vez más reducida, también funcionan para detectar a los que pasan en rojo. Normalmente estos cinemómetros se ubican en zonas cercanas a colegios, hospitales o cruces donde la afluencia de peatones es considerable. Pero se desconoce su ubicación exacta por lo que el conductor se puede meter en un gran lío si no obedece las normas de Tráfico.

Una situación muy habitual en las ciudades, sobre todo desde que se circula a 30km/h, es acelerar para pasar 'in extremis' el semáforo. Pues... ¡ojo! La broma puede salir muy cara. Si el conductor pasó a un mínimo de 51km/h le llegará una multa de 300 euros y dos puntos menos en el carné de conducir. Pero si encima pasó en rojo, la multa subirá a los 500 euros en total y verá cómo en un abrir y cerrar de ojos pierde 6 puntos del carné.

Y para los que tengan la duda. Sí, el radar también salta si se cruza 'in extremis' en ámbar. Según el artículo 146 del Reglamento General de Circulación, el color ámbar permanente en un semáforo tiene la misma validez que el rojo. Solo cuando sea intermitente está permitido el paso pues indica precaución o preferencia de peatones.

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