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R. C. G.
Martes, 16 de mayo 2023, 00:02
Árboles rotos, ramas cruzadas en la carretera, orines en la puerta de las casas,... Hace tiempo que las consecuencias del botellón en La Arboleda han traspasado la típica acumulación de basura los domingos a la mañana. La gota que ha colmado el vaso ha sido ... la agresión con arma blanca sucedida recientemente.
300 jóvenes
se juntan los fines de semana en la zona, según denuncian los propios vecinos.
Los vecinos ya están hartos. Cada viernes por la noche saben que les esperan 48 horas de pesadilla. Sus quejas ya no apuntan a que decenas de grupos de adolescentes se reúnen a consumir alcohol. El problema es que los actos de vandalismo asociados a dicha actividad van en aumento, y la mayoría son protagonizados por menores de edad. «Siempre ha sido una zona recurrente para el botellón, pero hay fines de semana que se juntan más de 300 jóvenes», afirma una vecina, molesta con la poca atención que la administración local presta a la erradicación de esta peligrosa moda juvenil. «No es fácil encontrar soluciones, pero tampoco se puede mirar hacia otro lado. Cuando llamas a la policía, muchas veces ni viene porque no tiene patrullas disponibles. Es necesaria una vigilancia persuasoria durante bastante tiempo porque sino son solo parches de una noche», explica.
La situación es cada vez más dantesca y peligrosa. «A veces los vehículos tiene que parar porque hay chicos totalmente borrachos tirados en la carretera», apunta el propietario de una vivienda de la zona. En otros casos, son los propios jóvenes que participan del botellón los que se dedican a hacer derrapes con sus coches y motos, en un completo estado de ebriedad, y haciendo caso omiso a la prohibición de circular por dentro de La Arboleda. «Siempre estás pensando que puede pasar algo; no hay descanso, ni por el ruido ni por el miedo a que suceda una desgracia», apuntan los que sufren cada fin de semana las consecuencias del botellón, muchas de ellas personas de edad avanzada en situación de dependencia.
Las molestias son evidentes: jóvenes que orinan en propiedades privadas, botellas rotas por el suelo y basura esparcida en un paraje natural que es frecuentado por muchos mirandeses durante el día por su proximidad al casco urbano. Pero en los últimos tiempos, los problemas se han incrementado. Hace menos de un mes que policía y bomberos tuvieron que acudir a retirar ramas que habían sido arrancadas de los árboles y colocadas, a modo de barricada, en la carretera. «Las noches de frío hay veces que hacen incluso fogatas», explican los vecinos, que han trasladado en infinidad de ocasiones sus quejas al Ayuntamiento y al Seprona sin que de momento se hayan adoptado medidas.
«No está mal que la gente joven ocupe este lugar, sino la forma en la que lo hacen. Al no tener muchas alternativas de ocio, recurren a la más fácil, pero también a la más peligrosa. Es necesario poner en marcha programas para esos sectores de la población que les ajen del botellón semanal», sentencian.
El problema del botellón muta, pero no se erradica. Cambia de barrio en función de la vigilancia y las quejas, pero es raro el fin de semana que la policía no tiene que acudir a una llamada relacionada con el consumo de alcohol en la vía pública. La experiencia de los últimos años permite determinar algunos 'puntos calientes' como La Picota, el cementerio del Casco Viejo o las riberas del río. En las últimas semanas, en La Picota han llegado a romperse árboles por la noche. Por ahora, pueden respirar tranquilos los vecinos de Torre de Miranda, Máquina de Vapor y calle Norte, lugares que hace no mucho también sufrieron las molestias del botellón.
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