
Menos salir y más trabajar
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Tener una primera experiencia laboral, aunque no esté relacionada con sus estudios; pero sobre todo, disponer de su propio dinero, anima a algunos jóvenes mirandeses a trabajar en veranoDaniel Ortiz y toni caballero
Lunes, 8 de agosto 2022, 00:01
Les gusta salir, viajar, disfrutar con los amigos y, evidentemente, el verano es un buen momento para hace todas esas cosas después de todo un ... curso estudiando; siempre y cuando se disponga de dinero para cubrir los gastos, sin tener que estar pidiendo una y otra vez a sus padres.
Precisamente, el disponer de su propio dinero para poder ir y venir sin tener que dar muchas explicaciones es lo que este periodo estival ha llevado a varios mirandeses a dedicar parte de su tiempo a trabajar, aunque ello implique perderse en ocasiones los planes de la cuadrilla.
Algunos de ellos ya tenían experiencia previa en esa disyuntiva y consideran que aún así el poder contar con dinero compensa el sacrificio; aunque en algún caso ni siquiera lo vean así, porque lo que hacen les está permitiendo tener las primeras incursiones en un ámbito laboral que a futuro puede definir el suyo propio o porque está resultando un curso acelerado del que extraer tantos conocimiento como en un año de carrera. Sin olvidar la posibilidad de hacer contactos y conocer gente nueva.
Dos posibilidades que brinda, por ejemplo, la hostelería. Un sector con tradición en lo que a trabajo estival de estudiantes se refiere. Son muchas ya las generaciones que han recurrido a la demanda de personal en esta época del año para ganar algo de dinero. Situación compartida por la restauración, los campamentos de verano, las piscinas o el cuidado de niños.
Leire Ocio | Camarera
La joven estudiante de Derecho ha optado por trabajar en verano «para pagarme mis gastos»
Antes de comenzar su tercer año en la Universidad de León, ciudad en la que desarrolla su Grado de Derecho, Leire Ocio ha optado por trabajar durante los dos meses y medio de verano para poder costearse sus gastos. Con 21 años de edad, es la primera vez que se sumerge en el mundo laboral, concretamente en el bar Vintage de Miranda, y lo hace siguiendo los pasos de muchísimos otros jóvenes que comenzaron a trabajar con empleos de verano.
«He decidido trabajar porque quería ganar unas perrillas para pagar yo misma mis vicios y, así, no depender de mis padres par todo, que bastante esfuerzo y gasto realizan en mi», explica.
Es el primer verano en el que trabaja, por lo que también es el estreno de ocio en el sector hostelero. «Ya tenía ganas de saber lo que era trabajar y entrar en el mercado laboral para empezar a cotizar porque veo que las cosas se están poniendo feas. Escogí la hostelería porque me ha parecido lo más rápido y fácil, además de porque vi el cartel de que necesitaban gente con ganas de trabajar y yo tenía de eso (risas)», explica la mirandesa.
Asimismo, la estudiante de Derecho tiene claro que el dinero que genere con su trabajo de camarera lo destinará a pagar su propio disfrute durante los meses de calor, «si es posible también para viajar o incluso ahorrar algo».
Pese a no tener claro futuro profesional, algo más que lógico en una joven de 21 años, Ocio si vio con nitidez que su formación universitaria estaría enfocada al Derecho, un grado que «permite ayudar a la gente y castigar a los que hacen cosas malas, más allá de que tiene una gran variedad de salidas profesionales».
Siente predilección por ser fiscal o jueza, «aunque son demasiados años de oposición», pero no se cierra puertas a acabar como abogada o en una asesoría. Respecto al futuro más inmediato, su primera experiencia como camarera no ha hecho sino refrendar que «lo más seguro es que trabaje el próximo verano. Lo mejor del bar es que estoy conociendo a gente muy amable y paciente al otro lado de la barra; lo peor es que no me deja tiempo».
Sabin Fornies | Hostelería
Tras su experiencia en Seur, el mirandés se ha enrolado en un hotel de Vitoria para trabajar en verano
Decidió emigrar a Madrid para embarcarse en un grado medio de Imagen y Sonido dos años atrás, una decisión que «me vino muy bien para formarme y cambiar de aires», sin embargo, su elección académica no ha sido obstáculo para que Sabin Fornies también haya decidido trabajar durante sus últimos dos veranos
«Este verano estoy algunos días sueltos en el Hotel NH de Vitoria, sólo cuando me llaman. Decidí trabajar de camarero, dentro del sector de la hostelería, porque es donde surgen más ofertas. Como siempre me han dicho, el dinero no llueve del cielo», explica el joven mirandés.
Amante de la música, Sabin compone sus propias canciones y cree que el grado medio que está cursando le servirá para potenciar sus trabajos. Mientras tanto, «también estoy buscando trabajos fijos para los meses de vacaciones. El verano pasado, estuve los tres meses trabajando en la planta de Seur, en Rivabellosa. La verdad que fue duro pero hice muchas amistades nuevas», asevera.
El dinero que obtenga de los empleos veraniegos pretende destinarlo «a mi música y a poder viajar fuera de España. Me gustaría trabajar fuera para conocer mundo», avanza ilusionado.
Por el momento, continua buscando empleos que le aporten más estabilidad, ya que el trabajo en el espacio hotelero alavés resulta circunstancial. «Lo que más me gusta de este trabajo es que me lo paso genial, sobretodo porque tengo gente conocida conmigo. Lo peor del trabajo, por otra parte, es que no tengo un horario fijo y tengo que esperar que me llamen para incorporarme días sueltos, pero de momento vamos bien», aclara con mentalidad positiva.
En cuando al futuro, Fornies no tiene claro si proseguirá su formación con un grado superior o, si por el contrario, se lanzará al mercado laboral directamente. «A ver qué me depara el destino. Me veo trabajando más veranos, pero sí que es cierto que, si comienzo a trabajar durante el resto del año de forma fija, quizá emplee el próximo verano en viajar a otros países», cierra.
Javier del Olmo | Socorrista
Es su quinto verano en Labastida, en un trabajo que le deja disfrutar del verano y ahorrar para el curso
Es todo un veterano en lo que supone trabajar en verano para disponer de dinero con el que sufragar los gastos personales el resto del año. De hecho, es fijo discontinuo en las piscinas de Labastida, en las que ésta es su quinta temporada como socorrista y a las que tiene claro que volverá, al menos el próximo año. Y es que en septiembre empezará tercero de Educación Social en la UBU. Todavía está en la mitad de camino.
En la piscina se estrenó al acabar el primer Grado Superior de FP que curso, aprovechando que también le daban el certificado de socorrista. Comenzó a echar currículum a las distintas piscinas de la zona cuando aún estaba en el extranjero haciendo las prácticas.
De hecho, sus padres no supieron que iba a trabajar hasta que llegó a España y tenía que organizarse para ir hasta Labastida teniendo en cuenta que no tenía ni coche ni carnet. Pero, por suerte, coincidió con otros dos compañeros de Miranda con lo que poder ir, aunque en ocasiones tuvo que recurrir a su padre, e incluso, «llegué a ir en taxi. Ahora con carnet es mucho más cómodo, la verdad».
Además, también valora que es un trabajo que puede compatibilizar con el ocio y el disfrute de verano, aunque a veces se pierda algunos planes. «Más o menos, trabajo 4 días y libro tres, lo que me permite compaginarlo todo e, incluso librar algún fin de semana. La verdad es que es un gozada».
Porque además, dispone de su propio dinero para esos planes con amigos, que es el objetivo que le lleva a trabajar en verano, al igual que «no depender tanto de los padres en invierno, porque al final en el curso son muchos gastos: comida, piso... y, de vez en cuando, si me apetece, darme algún caprichillo».
Pero no muchos. No llega al nivel de sus amigos. «Antes era yo el raro del grupo porque era el único que trabajaba en verano, pero ahora ellos ya han acabado la carrera y tienen sus empleos todo el año. Llevan un ritmo de vida que me cuesta seguir en invierno, aunque tenga algo de dinero ahorrado. Eso se hace difícil», reconoció Javier; consciente de que a él aún le quedan dos años y al menos otro si al final se anima a hacer un máster a distancia, tal y como tiene pensado.
Raquel Tobalina | Trabajo en una guardería
Valora el saber cómo moverse en el mundo laboral y el estar creando una red de contactos
Cuando acabó el grado en Educación Primaria se animo a seguir estudiando para especializarse en Infantil, magisterio que realmente creía que era su vocación. Pero, ¿cómo saber si estaba en lo cierto? Pues nada mejor que trabajando en ello. Sobre todo si esa oportunidad también le permitía disponer de su propio dinero.
«Me he guiado por dos objetivos: coger algo de experiencia con niños y tener cierta independencia económica, para no tener que estar todo el tiempo pidiendo dinero», reconoció.
Empezó a trabajar el verano pasado y éste tenía claro que iba a repetir. En 2021 cuidó a un niño todo el mes de julio y en las vacaciones de la familia «me llamaron de una guardería y estuve todo agosto, porque en septiembre empecé las prácticas de Primaria en un colegio».
Fueron dos oportunidades que disfrutó así que este curso, antes de Semana Santa ya empezó a echar currículum para campamentos, academias... Finalmente, tuvo suerte y la llamaron de una guardería, de la Granja de Otto, donde lleva desde principios de julio. «Están resultando ser experiencias muy enriquecedoras. He aprendido muchas cosas que estudiando no aprendes. También a saber cómo manejarme en el mundo laboral. Yo no tenía ni idea. Era todo, papa, mamá, hermana... Me he ido moviendo para hacer mis cosas y tener mis contactos».
Y tiene claro que, es algo que también le puede ayudar en un futuro no muy lejano, cuando al acabar el grado tenga que hacer las prácticas. En las dos guarderías por las que ha pasado le han ofrecido un hueco.
Mientras, trabajar le permite disponer de dinero para «irme un fin de semana con sus amigas sin mayor preocupación, comprarme algún capricho... Es decir, tener cierta independencia económica para hacer lo que me apetece». En contraprestación, es cierto que tiene un obligación y no todo el tiempo libre, pero no lo ve como un problema. Sobre todo en su caso que solo trabaja hasta las tres de la tarde y libra los fines de semana. «Igual a los 18 me hubiera costado más porque es una edad en la que vas de fiesta en fiesta pero con 24, ya no».
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