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Durante toda la semana los promotores de la quedada, así como los que tenían la intención de participar en la cita mirandesa de los Amigos de la Harley, anduvieron mirando las previsiones meteorológicas porque «con tanto calor como el que estaba haciendo iba resultar incómodo ... moverse con la moto», apuntaba Serafín Rial, que vista la repentina bajada de las temperaturas en lo que ayer le tocaba pensar es en «que no llueva y todo se quede en amenaza», porque tampoco el agua es la mejor aliada para los que se desplazan en vehículos de dos ruedas.
Al final la climatología se comportó y aunque en los primeros instantes, poco después de las diez de la mañana, parecía que la reunión se iba a quedar en un encuentro casi casi familiar por las pocas monturas que se veían en las inmediaciones del parque Antonio Cabezón, los moteros fueron animándose y al final acabaron reuniéndose para el encuentro matinal y realizar la ruta de unos treinta y cinco kilómetros, alrededor de cien motos y casi el doble de motoristas.
El encuentro, la quedada, la organizaron los Amigos de la Harley, pero al característico sonido de estas míticas motos, se sumaron los de los motores de otras muchas marcas porque «de lo que se trata con estas citas es de que nos juntemos todos los que disfrutamos con las motos, llevemos unas u otras», decían los que a medida que pasaban los minutos iban congregándose para iniciar el recorrido, algo que todos hicieron poco después de las once y media.
Desde Galbárruri llegó Paco Pérez que tenía claro que citas como la de ayer «en sitios cercanos como Miranda son ideales y a los que nos gustan las motos no podemos perdérnosla».
El mismo sentir era el que expresaba Javier Estéfano, un mirandés que ponía el acento en que «siempre que hay algo en casa hay que colaborar. Hay que participar para que se hagan cada vez más cosas en Miranda. Es importante que nos demos a conocer por las cosas buenas, como ésta, que tenemos en la ciudad».
Como es habitual en el encuentro de estas fechas organizado por los Amigos de la Harley, y que ayer llegó a su edición número veinte, la mayoría de los llegados de fuera «han venido de Euskadi, de Navarra, de Burgos y de La Rioja», recordaba Rial, satisfecho con la respuesta que había tenido para la quedada de ayer que presentó como novedad la celebración de la comida en la barriada de San Juan del Monte. Allí fue donde se concentró la fiesta a la que se apuntaron moteros mirandeses y especialmente los llegados de fuera.
Con algunas gotas de lluvia salieron desde la zona costera de Zumaia, Zarautz y Orio un grupo encabezado por Iñaki Tellería y David García que comentaban que «aunque esta concentración no sea especialmente numerosa tiene mucho encanto porque es muy familiar, conoces prácticamente a todos, y se disfruta de un ambiente muy bonito». Ellos conocían esta quedada porque «vinimos el año pasado y, está claro, si hemos repetido es parque nos gustó. La geste es muy amable y se disfruta mucho».
También vino con el ánimo de disfrutar del encuentro «un año más, porque ya llevamos varios viniendo», Ángel, apodado Romano, que llegó desde la localidad navarra de Leiza. «Una quedada pequeña como esta tiene su atractivo y para nosotros, es atractivo venir porque no nos queda muy lejos de casa. Con estos encuentros lo que hacemos es consolidar nuestra amistad y respeto, que es de lo que se trata».
Desde Pampliega y con el grupo Acrópolis llegó Sonia Gil que no se pierde esta quedada en Miranda porque «es pequeña y muy familiar. Nos tratan estupendamente y siempre que venimos disfrutamos muchísimo. Nos conocemos todos y esto acaba siendo una reunión de amigos».
Entre ellos encontraron a Emiliano Caballero que llegó desde Burgos y que ayer volvió a ser el más veterano de todos los moteros. Con 77 años llegó en su Harley y comentó eso sí que «ya para el año que viene me echo otra que sea un poco más pequeña, más ligera». Lleva toda la vida en la moto y «mientras pueda seguiré viniendo porque hay un ambiente muy agradable y pasas un día muy bueno con otros moteros a los que conoces».
Eso es lo que hicieron todos los que participaron y que después de hacer rugir los motores de sus máquinas para decirle a Miranda que ahí estaban, compartieron experiencias durante la jornada en la que al final el clima respetó.
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